En su Guía de pecadores (obra construida como los aforismos y los diálogos ciceronianos), el dominico fray Luis de Granada -nacido "de Sarria"- (1504-1558) dice que para fortalecer la vida religiosa es preferible una sabia y mayor cultura de los espíritus a las hogueras inquisitoriales. Sin lugar a dudas este sabio orador español (que apoyó con sus atributos retóricos la implantación de la Compañía de Jesús en Portugal) no hacía más que verbalizar los avances y las experiencias místicas que con tan buenos resultados habían realizando sus compatriotas en los espinosos campos de la profundización personal de la fe (Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Fray Luis de León) y del famoso discernimiento de espíritus (San Ignacio de Loyola). Hoy, 15 de octubre, se conmemora la festividad de la santa de Ávila, así es que tomo eso como pretexto para escribir las líneas que siguen:
Una niña de labios finos y piel lechosa, corre sobre los campos castellanos; corre y se deja acariciar por los alborotados vientos que arremeten desde las costas lejanas. De ascendencia judía (convertida probablemente por el justificable miedo a la Inquisición), la pequeña Teresa, huérfana de madre, comparte sus catorces años con la naturaleza. Tiene una imaginación poderosa, gusta de ataviarse galantemente, y brilla a causa de su agudo ingenio. A pesar de pertenecer a una familia numerosa en hermanos, uno de ellos es el más cercano a la futura carmelita. Con Rodrigo, trata de componer en sus ratos libre un libro de caballerías, del cuál tiempo después se avergonzaría, y trataría de redimir su falta convenciendo a su cómplice de acompañarla a "tierra de infieles" para morir martirizados (proyecto que felizmente no se concretaría jamás).
En 1534, a los diecinueve años de edad, Teresa de Cepeda y Ahumada, ingresa al convento de la Encarnación, en Ávila. Tardaría más de veinte años en desarrollar su poderosa y múltiple personalidad -santa, escritora, fundadora, mística y reformadora-, con actividades que no cesarían hasta el día de su muerte. En 1556, influenciada por las Confesiones de San Agustín y por orden de su confesor decide escribir su Vida; luego, comienza la difícil tarea de la reforma de la orden carmelitana(1) y la fundación de innumerables conventos. Incluso llega a redactar en 1569 unas Advertencias espirituales dirigidas al monarca Felipe II, en las que opone a la Reforma un arma que juzga poderosísima y suprema: el amor. Pero, su proyecto de renovación le acarreó terribles disgustos: sus compañeros "calzados" -opositores suyos- denunciaron a la Inquisición su obra autobiográfica con la intención de desterrarla a las Indias, e incluso llegaron a llamarla -en Medina- trotona(2). El monseñor Sega la confinó en Toledo, calificándola de "fémina inquieta y andariega" en 1578. Esas vicisitudes le permitirían fortalecer su vida interior y fruto de ello compone aquel monumento de la literatura mística que la consagraría como una de tres únicas Doctoras de la Iglesia Católica: El Castillo Interior o Las moradas. Libro magistral que le tomó tan sólo seis meses terminar. Más adelante, Felipe II decide apoyar a los carmelitas descalzos y formar con ellos una provincia aparte; corría el año de la conquista de Portugal (1580). En su último viaje saliendo de Burgos , la infatigable mujer -de 67 años- paró para descansar en la residencia de la duquesa de Alba, eternamente.
Desde agosto de 1562, fecha del establecimiento del primer monasterio según la observancia "descalza", hasta abril de 1582, había fundado personalmente más de treinta conventos. Y según testimonio de su contemporáneo, el humanista agustino Luis de León, la población de los monasterios carmelitas excedía el millar de almas.
Fue beatificada en 1614 por el papa Pablo V, y casi ocho años después fue reconocida su santidad por Gregorio XV. En la actualidad, lo que queda de su cuerpo (dado que su pie derecho y su mandíbula superior están en Roma, su mano izquierda en Lisboa, su ojo izquierdo y su mano derecha en Ronda -España-, su brazo izquierdo y su corazón en relicarios en la Iglesia de la Anunciación en Alba, y sus demás dedos y pedazos de carne esparcidos por toda la cristiandad) está cerrado bajo nueve llaves: tres las tiene la duquesa de Alba, tres las monjas del convento donde está enterrada, y las tres restantes, el confesor de dichas religiosas.
Que mejor manera de recordar su celebración que leyéndola:
Sea mi gozo el llanto,
sobresalto mi reposo,
mi sosiego doloroso
y mi bonanza el quebranto.
Entre borrascas mi amor,
y mi regalo en la herida,
esté en la muerte mi vida
y en desprecios mi favor.
Mis tesoros en pobreza,
y mi triunfo en pelear,
mi descanso en trabajar
y mi contento en tristeza.
En la oscuridad mi luz,
mi grandeza en puesto bajo.
De mi camino el atajo
y mi gloria sea la cruz.
Mi honra sea el abatimiento,
y mi palma padecer,
en las menguas el crecer,
y en menoscabos mi aumento.
En el hambre mi hartura,
mi esperanza en el temor,
mis regalos en pavor,
mis gustos en amargura.
En olvido mi memoria,
mi alteza mi humillación,
en bajeza mi opinión,
en afrenta mi victoria.
Mi lauro esté en el desprecio,
en las penas mi afición,
mi dignidad sea el rincón
y la soledad mi aprecio.
En Cristo mi confianza,
y de Él sólo mi asimiento,
en sus cansancios mi aliento
y en su imitación mi holganza.
Aquí estriba mi firmeza,
aquí mi seguridad,
la prueba de mi verdad,
la muestra de mi firmeza.
Adiós, Esposa de Jesús, temo admirar más tu talento que tu santidad.
1.-Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo: Orden religiosa que surgió alrededor del siglo XII en Palestina. El francés Berthold Avogadro (San Bartolo), que había ido a Tierra Santa como cruzado, fundó la congregación junto a un grupo de ermitaños. Inspirándose en las enseñanzas del profeta Elías, se retiran a vivir al Monte Karmel (jardín). La regla original, escrita para ellos en 1209 por el patriarca latino de Jerusalén, Alberto de Vercelli, era muy severa: les exigía vivir en pobreza, y en total soledad, absteniéndose de comer carne. Después de las cruzadas, el inglés san Simon Stock reorganizó a los carmelitas transformándolos en una orden de frailes mendicantes. La reforma del carmelo, emprendida en el siglo XVI, lograría triunfar esgrimiendo principios aún más estrictos que los originales. En la actualidad, los Carmelitas Descalzos se dividen en tres ramas: frailes, monjas y seglares.
2.-Trotona: La tercera acepción del vocablo es muy explícita, "señora de compañía".
3 comentarios:
Fray Luis de Granada era de origen gallego.
Reliquias de la Santa Abulense en tres países católicos latinos: Portugal, España e Italia.
Creo que tus dos comentarios estan sobreentendidos en el texto. En fin.
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