
Nos reune ahora una obra de ejecución cuidada y hermético significado, perteneciente a la ya descrita Escuela de Fontainebleau, cuya autoría permanece todavía en el anonimato: Gabrielle d'Estrées y una de sus hermanas.
El cuadro (actualmente en el Louvre), datado de 1594, presenta una escena muy íntima, pues el marco elegido para la composición es un baño. Unas cortinas rojas anudadas con rigidez, encierran la composición en la que hallamos a estas dos hermanas desnudas. Una de ellas está realizando una acción, sin lugar a dudas, sugerente. Al fondo del aposento podemos apreciar a una tercera mujer, vestida con una lujosa indumentaria (de tonalidad tan encarnada como el cortinaje), cosiendo.
Las dos aristócratas, apoyadas sobre la repisa, entablan un diálogo hipnotizante con el espectador; ya sea a través de sus posturas, de sus miradas o de las leves sonrisas que esbozan. Los peinados, resueltos a modo de recogido, permiten apreciar la tersura de los rostros. Sin embargo, el tratamiento que el artista realiza de los cuerpos desnudos indica un desconocimiento de la anatomía humana, pues los mismos se asemejan a frías esculturas de mármol. La postura de las manos, que es la misma en las dos hermanas, nos remite a esa delicadeza propia que imperaba en la corte de Enrique IV (de quien fuera favorita la retratada). El pintor resuelve con maestría los ropajes, las cortinas o la tela que cubre la repisa del baño, elementos que dotan de gran calidez al cuadro, permitiendo un magnifico contraste con lo lívido de los torsos.
Un apunte final, es curioso observar como el artista coloca un pendiente en la oreja de cada hermana, detalle con el que pretende (y logra con suma simpleza) reflejar la condición social de las modelos.
Las dos aristócratas, apoyadas sobre la repisa, entablan un diálogo hipnotizante con el espectador; ya sea a través de sus posturas, de sus miradas o de las leves sonrisas que esbozan. Los peinados, resueltos a modo de recogido, permiten apreciar la tersura de los rostros. Sin embargo, el tratamiento que el artista realiza de los cuerpos desnudos indica un desconocimiento de la anatomía humana, pues los mismos se asemejan a frías esculturas de mármol. La postura de las manos, que es la misma en las dos hermanas, nos remite a esa delicadeza propia que imperaba en la corte de Enrique IV (de quien fuera favorita la retratada). El pintor resuelve con maestría los ropajes, las cortinas o la tela que cubre la repisa del baño, elementos que dotan de gran calidez al cuadro, permitiendo un magnifico contraste con lo lívido de los torsos.
Un apunte final, es curioso observar como el artista coloca un pendiente en la oreja de cada hermana, detalle con el que pretende (y logra con suma simpleza) reflejar la condición social de las modelos.
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