En realidad, el primero es anterior al viaje pero igual vale la pena compartirlo:
I
Dios es Dios.
Es la luz en los ojos del mundo,
es el Astro que contempla su Reflejo
sobre cristalinas aguas, en el mar:
Dios.
Uno,
Sustancia y Verbo.
Emanación pura, conocimiento puro
del Uno que es Dios.
Y es Sustancia,
la que alcanza el conocimiento del Verbo;
y es Verbo,
el que emana de la formación de la Sustancia.
Así Dios es Trino,
omnipotente, omnipresente y omnisciente.
Dios es Dios en cada Principio.
En Él, todo principio es fin
y todo fin, es otro principio.
Fin en sí mismo;
motor armónico de la creación.
Uno.
Este poema es sumamente mecánico. 21 versos y varias palabras repetidas: 7 "Dios", 3 "Uno", 3 "Sustancia", 3 "Verbo", 3 "Principio" y 3 "Fin", que hacen un total de 5 (el número pitagórico) repeticiones de 3. Hasta San Juan estaría orgulloso de él.
Paso con el siguiente, una especie de asignación espiritual en forma de diálogo:
II
Antes que a mí,
Tú creaste el universo
y creado viste que todo era bueno.
Sin embargo, yo,
ya estaba incluído en tu plan de salvación.
Con tu creación nació el bien
y ese bien fue producto de tu inconmensurable amor.
La armonía del principio
no ha dejado de existir
porque Tú no has dejado de recrearte.
Tú, Padre, me has amado tanto
que has decidido hacerme participe de esa armonía,
no sólo me has dado la oportunidad
de admirarla con asombro y en silencio,
sino que también me permites transformarla
cediendome, así, un poco de tu responsabilidad.
¡En verdad, cuanta dignidad me otorgas!
Para no entorpecer tu magnífica obra
es necesario que conozca tu técnica,
y para conocer tu técnica, he de conocerte a ti, Dios mío.
Como he recibido tu Espíritu,
buscaré dentro de mí tu presencia.
Este es mi único fundamento:
si me halló a mí mismo, podre acercarme a ti,
y sólo quien te es próximo, logra volcarse entero
sobre la creación.
He aquí el proceso de nuestro amor.
¡Gloria, gloria a Ti, Dios!
Pavel, con esa vivacidad que lo caracteriza, me dijo:
- La Biblia esta completa.
Y el Samaniego me aconsejo que no racionalizara tanto mis "mociones". En base a ambos comentarios decidí hacer un último intento. Uno menos pretencioso. Durante la liturgía que tuvimos el día antes de partir del seminario, lo leí:
III
Quién te haya visto, quién te oiga
quién conozca el perfume de tus palabras.
Sea tan feliz como lo es ahora
él que te habla.
Porque Tú sólo anhelas la felicidad del humilde,
del hombre que sufre y se arrepiente de haber pecado;
basta con que estemos ante Ti
dichosos de ser como nos has creado.
Nadie te sirve de mejor manera
que buscando en este mundo su plenitud
y nadie te alaba tanto
como el que descubre en Cristo su inspiración.
Por eso cortaré mis ropas a tu medida
y me calzaré con las sandalias del peregrino,
aunque sé que he de encontrarte en todas partes,
en todas partes quiero ser tu amigo.
¿A quién te ha visto, a quién te oiga,
cómo no ha de serle propicio el camino?
2 comentarios:
Maldito
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