El Trípode de Helena es un blog personal. En la parte superior de la columna izquierda, verán mi retrato y debajo una breve biodata. A continuación, están organizadas las entradas según los temas recurrentes y según la fecha en la que fueron publicadas. Si a alguno de ustedes le intriga el título del blog, de click aquí. Si están interesados en descubrir más acerca de la imagén del encabezado, entren aquí.

sábado, 15 de marzo de 2014

Bailar con los talones en alto


Sábado por la mañana. Una casona barranquina, varios espejos, una chimenea y un bar al fondo. Un perrito chiquito y un balcón con luz blanca.

Tercio de varas

El estiramiento es distinto en el flamenco.
Parte de los hombros y va descendiendo por el tronco, en forma envolvente, hasta que alcanza los muslos y las pantorrillas que suben y bajan. Toca los tobillos y los pies, cuyo ritmo termina por contagiar a las muñecas y, luego, se prolonga en las palmas abiertas y los dedos crispados.
Manos como palomas.
Solo cuando el cuerpo ha tomado consciencia de sí mismo es posible empezar a bailar.
Suerte de capote: Un, dos, tres, un, dos, tres, un, dos, tres, paramparampapam. Hay algo de aguante en el ritmo. Es la calma que precede a la tempestad.

Tercio de banderillas

Lo más difícil parece ser mantener la concentración sin perder la postura ni salir de los tiempos. Cada paso dibuja una figura en el suelo.
Pisar, pisar fuerte, levantar la rodilla y dar una vuelta. Contenerse. Parar con el cuerpo para mantener en vilo el alma del espectador. Y pisar de nuevo. Una secuencia completa es como una marcha que estremece la tierra.
«La música une todo».
Las palmas tocan los tacos como para acariciarlos. El flamenco es una mezcla de zapateo y natación. Las caderas acompañan a los hombros. Las manos a los pies.
«¡Ala!».
Recoger la falda como una sábana para mostrar la desnudez. Hacerla volar, suave y aleve.
Unas sevillanas. Más populares, menos estilizadas.
Los dedos no están desposados hasta que salen las castañuelas y el cuerpo se vuelve una estampa morisca.
«Los puños cerrados expresan los sentimientos más tristes».
Los brazos son como banderillas que se desenvainan alternativamente.
Cuarta derecha, el brazo en alto siempre está a punto de atacar; el izquierdo, las defiende del peligro. Cuarta izquierda, intercambio y espejo. Cuando se cruzan, pausa y salto. Después del giro, una palmada. Los dedos se extienden longitudinalmente como lanzas.
«La única manera de aprender es repasando».
Otra vuelta, los brazos se convierten en alas que cubren el cuerpo para exponerlo al instante a las miradas.

Tercio de muerte

Después de los ensayos, la música. La euforia de las gargantas destempladas por el dolor y la ausencia. Las castañuelas azabaches, los tacos furiosos, las muñecas cimbreantes, las mejillas coloradas y los cabellos húmedos. Cante, toque y baile.
Contar con algo que no sea el cerebro.
Las palmas y el martillo de las pisadas sobre las campanas de las faldas. Rojo y negro, como la novela de Stendhal y las corridas de toros. Cada revolución con la tela recogida en la cintura es como un pase de capote; cada salida de las manos, un estoque, un disparo. Si los hombres tienen un traje de luces, las mujeres pueden ser gitanas. Ambos buscan la manera de vencer a la muerte mientras bailan.
Suerte de muleta: Ante el peligro, un diafragma tenso, un tronco erguido y un final retumbante.

La suerte parece estar echada.

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