El día de ayer, miércoles 14 de setiembre, a las 21:13 horas, fui interceptado por la estudiante de literatura de la UNMSM Carmen Jhoana Díaz Atilano (Base 2008) en el segundo piso de la Facultad de Letras y CC.HH., específicamente, en la puerta del salón 2B, a la salida del curso Poesía Hispanoamericana Contemporánea, dictado por el profesor Camilo Fernández Cozman. Una semana antes, había sido abordado de manera similar por la misma persona, quien me imputaba el hurto de un teléfono móvil de su propiedad acaecido, según sus propias declaraciones, en el segundo semestre del año pasado. En esta ocasión, la alumna Díaz volvió a acusarme de ser el responsable directo o indirecto de dicha perdida. En todo momento, yo traté de concluir la conversación, dado que dichas imputaciones son erróneas y, además de carecer de cualquier prueba concreta de mi culpabilidad, están sostenidas por conjeturas inverosímiles. Consciente de lo inútil de plantear mi defensa, descendí hacia el primer piso por las escaleras ubicadas al frente de los servicios higiénicos, para salir por la entrada principal de la facultad. Me dirigí en línea recta hacia la salida de la Puerta Nº 3 de la universidad por la vereda que bordea un lado del Bosque de Letras. Durante todo este trayecto, fui escoltado por la alumna Díaz, con la cual mantuve un diálogo en los términos ya expuestos. Antes de salir de la universidad me percaté de una pequeña aglomeración de gente alrededor de una de las columnas que dividen las rejas de dicha puerta. Cuando me acerqué, leí un comunicado que informaba sobre la suspensión de clases desde el día viernes 16 al domingo 18 de setiembre. La alumna Díaz permaneció cerca de mí, mientras yo intercambiaba un par de palabras con el alumno de literatura Giancarlo Sevillano (Base 2008), quien fue testigo de su presencia próxima en dicho lugar. Inmediatamente, intenté emprender el camino al paradero ubicado en la Av. Venezuela, pero la alumna Díaz me obstruyó el paso. La conversación forzada se prolongó por unos 30 minutos. Durante su desarrollo, dicha alumna continúo acusándome de lo mismo; y en un punto determinado me arrebató los lentes de carey negro que tenía puestos. Aproximadamente, a las 21:50 horas, un individuo de estatura baja, complexión media, con gorra, casaca oscura y jeans, cruzó la pista de la Av. Universitaria desde el paradero de enfrente y se dirigió hacia donde nos encontrábamos hablando la alumna Díaz y yo. Una vez delante de mi persona, dicho señor, a quién reconocí como el padre de mi interlocutora, me sujetó del cuello de la chompa y me empujó hasta uno de los lados del muro perimétrico de la universidad con el fin de salir del campo visual de los guardianes de la Puerta Nº 3. Allí, comenzó a lanzarme una serie de improperios y amenazas, ante las cuales me vi obligado a pedir en voz alta la intervención de los guardianes. La alumna Díaz, presente en la escena, se apartó al percatarse de que uno de ellos salía de la universidad y se dirigía hacia donde estaba siendo vilipendiado. Mi agresor, al notarlo, tardó unos minutos en soltarme pero me fue llevando hacia las rejas en donde había más luz. Cuando quedé libre, volteé para buscar a la alumna Díaz en vano. Sin los lentes, mi rango de visión disminuía considerablemente debido a la miopía, por lo que empecé a reclamarles a los guardias que había sido víctima de un acto casi delictivo. A la par, el padre de la alumna desaparecida conversaba con uno de ellos mientras que no cesaba de amenazarme con palabras altisonantes referidas a mi sexualidad. Su argumentación se basaba en que yo mantenía una campaña de acoso y difamación en contra de su hija desde el año pasado, y que estaba coludido con un grupo de alumnos y profesores de la facultad. Hacía referencia también a que a pesar de haber acudido a la Oficina de Bienestar Universitario de la Facultad de Letras y CC.HH., y no haber sido yo sancionado por ninguna falta; estaba dispuesto a tomar medidas penales e, incluso, apelar a la violencia física en compañía de un grupo de familiares o parientes, no sólo en mi contra, sino en la del grupo de amigos que «confabulan» conmigo. Los guardias terminaron por hacerse los desentendidos y no hicieron caso ni de mis reclamos ni de sus intimidaciones. Cuando el señor abandonó la universidad y cruzó la Av. Universitaria, me intentó atemorizarme diciéndome que no lo siguiera porque de lo contrario procedería a golpearme. Yo decidí seguirlo dado que buscaba recuperar mis lentes y supuse que se encontraría con la alumna Díaz en las inmediaciones. Debido a que no podía apartarme demasiado de él porque lo podía perder de vista, escuché los improperios dirigidos a mi persona que se sucedieron de forma interrumpida. En todo momento, busqué entablar un dialogo con dicho individuo, pero noté en los 10 minutos de persecución que resultaba demasiado riesgoso. A las 22:10 horas llegamos al paradero ubicado en la Av. Venezuela. El agresor sacó su celular por lo que pensé se comunicaría con la portadora de mis lentes. A los 5 minutos de espera, tomó una custer y se fue. En ese momento, yo hice lo mismo con dirección a mi domicilio.
Descargo: A pesar de que yo salí con la alumna Díaz entre diciembre de 2009 y abril de 2010, no he vuelto desde esa fecha a entablar una conversación de forma personal y privada con ella, salvó las últimas que he reseñado. Por otro lado, las acusaciones de acoso que dicha alumna me imputó en el segundo semestre del año pasado 2010-II, fueron revisadas por un grupo de asistentas sociales y psicólogas de la Facultad de Letras y CC.HH. siendo el resultado la firma de un documento por el cual ninguno de los dos realizaría acciones en adelante que afecten el desempeño académico y afectivo de la otra persona. Su padre estuvo presente en la firma de dicha «acta». Pues bien, debido a todo lo anterior me veré obligado a presentar los cargos correspondientes ante los órganos respectivos de la facultad, en contra la alumna Carmen Jhoana Díaz Atilano, solicitando no solo la devolución íntegra de mi bien, sino también la toma de las medidas pertinentes a favor de preservar mi salud mental y física dentro de las instalaciones de la universidad.
Me resulta penoso tener que narrar los eventos acontecidos en la noche de la víspera de mi onomástico pero no puedo quedarme con los brazos cruzados ante una atropello de semejante naturaleza, dado que no solo perjudica mi desempeño académico, sino que también representa una falta grave de los miembros de seguridad de la universidad, pero sobre todo, porque el silencio al respecto sería, una vez más, un acto de complicidad a favor de la impunidad y la violencia.
Nota del 16/09/2011: El día de ayer al mediodía, jueves 15 de setiembre, presente una carta en Mesa de partes dirigida al decano de la Facultad de Letras y CC.HH., doctor Marco Martos Carrera, que reproducía, casi sin mayor variación, el texto anterior. El documento es el Nº 007216. En la tarde del mismo día a las 16:50 horas, ante la señora Mirtha (no recuerdo su apellido) de la Secretaría Académica, la alumna Díaz admitió que tiene bajo su poder mis lentes y se negó a devolverlos; además justificó los actos violentos que su padre realizó en contra de mi persona, por lo que se ha programado una citación para el día lunes 19 de setiembre, a las 11:00 horas, con el Secretario Académico de la facultad, el profesor Édgar Álvarez, con el fin de solucionar esta penosa situación. Me presentaré decidido con el más firme propósito de defenderme en el tono que he juzgado desde siempre como el más efectivo: el ecuménico.
Nota del 19/09/2011: He identificado a mi agresor. Su nombre es Fernán Díaz Soto. Por otro lado, agradezco al señor Galindo, jefe de la guardia de la universidad, por brindarme los nombres de los vigilantes que hicieron el turno de la tarde del día 14/09 en la Puerta Nº 3, los señores Jorge Casaverde Arteaga y Carlo Herrera Castañón, testigos de los hechos. Por último, la alumna Díaz no se presentó en la mañana de hoy a la cita con el profesor Édgar Álvarez, con lo que dejó en claro que es ella la que está eludiendo toda posibilidad de diálogo. He decidido continuar hasta el final con este asunto, dado que nadie tiene el derecho a cometer un acto de este tipo con otra persona. Con la ayuda de mi padre espero encontrar los antecedentes de este señor, que sospecho agravaran su situación actual. Por otro lado, he exigido una evaluación psicológica para la alumna Díaz. Los lentes ahora son lo de menos. Y las amenazas de romeos trasnochados como las del alumno Luis Carlos Silva, también.
Nota del 21/09/2011: El día de ayer, martes 20 de setiembre a las 18:32 horas, cuando me dirigía a la puerta del salón 2B ubicado en el segundo piso de la facultad, fui abordado por el estudiante Luis Carlos Silva (Base 2008) quien intento agredirme con el puño en alto abalanzándose sobre mi. Debido a una rápida reacción, logré esquivarlo y evitar el golpe, por lo que el agresor trastabilló e impactó contra una de las puertas de los salones ubicados en dicho pasillo. El alumno Giancarlo Sevillano logró retenerlo y así pude ponerme a salvo. Inmediatamente, se acercó una profesora de la Escuela Académico Profesional de Comunicación Social, quien presenció el hecho, junto con el alumno Gustavo Zubieta (Base 2008) de la Escuela Académico Profesional de Filosofía y otras personas más. La profesora mandó llamar al encargado de seguridad de la facultad, el señor Javier Chumpitaz, ante los cuales, el alumno Silva reconoció que había cometido la agresión en mi contra de manera personal y voluntaria. Me acusaba de continuar «acosando» a la alumna Carmen Jhoana Díaz Atilano. Yo le expliqué que dicha alumna mantenía un proceso ante las autoridades de la facultad por los incidentes acaecidos la semana anterior debido al hurto de unos lentes de mi propiedad. El alumno Silva no comprendió mis argumentos y continuó en tono desafiante increpándome las mismas acusaciones.
A las 18:47 horas, acompañado por el señor Chumpitaz y los alumnos Zubieta y José Cárdenas Jara (Base 2008) fui a la mesa de Informes del primer piso y ante el señor Raúl del Valle se anotó mi queja en el Cuaderno de ocurrencias. Además, el alumno Jara certificó como testigo que había sido amenazado previamente a las 17:00 horas en el pasillo del primer piso por el alumno Silva.
Ante este panorama de inseguridad y desgobierno que parece imperar en la facultad, me veré obligado a solicitar las garantías del caso para mi persona y la sanción que corresponde para el agresor, por tratarse de una falta grave que no puede ser tolerada en un claustro universitario.
1 comentario:
tu viejo policia no?
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