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martes, 17 de mayo de 2011

Yo debo acusar, yo acuso

Considerando varias perspectivas y dados los acontecimientos más recientes, son tres los cuestionamientos cuya resolución resulta inaplazable para la recuperación de un óptimo nivel académico en la Escuela de Literatura de la Facultad de Letras y CC.HH. de la UNMSM.

El tiempo perdido

La carencia de profesores especializados y especialistas en los cursos de historia literaria ha generado que el estudiante promedio que egresa de la Facultad tenga apenas los conocimientos necesarios para esbozar una opinión sobre otras literaturas occidentales (como la grecolatina, las medievales, la española y la hispanoamericana) que sea medianamente válida a cambio de no salirse del lugar común. Esto se debe básicamente a dos factores: a la falta del contacto directo con los textos en la lengua original, es decir, sin traducciones de por medio (o, en su defecto, con traducciones críticas de valía) y a la proverbial incompetencia de los docentes que imparten dichas cátedras. Su desidia y falta de preparación tanto en las lenguas propias de dichas literaturas como en las disciplinas sociales hacen de ellos verdaderos ejemplos de mediocridad que contribuyen a la reducción fáctica, e incluso accesoria, que muchos alumnos realizan de los discursos históricos.

La intraducibilidad teórica

Hacia la mitad de la carrera, con la elección teórica, se produce la escisión de los estudiantes entre dos modelos metodológicos que condicionan en varios casos su producción académica posterior. Por un lado, la psicocrítica basada en la lectura postestructuralista de Lacan del psicoanálisis freudiano; y, por el otro, la sociocrítica de corte semiótico y culturalista de Bajtín. Paralelamente, los cursos de interpretación brindan algunas bases (muy incompletas) de otros marcos teóricos: la hermenéutica de Gadamer, la narratología de Genette, la semiótica tensiva de Fontanille o las teorías de la ficción. En el cuarto año el panorama se amplia aún más: retórica general textual, teoría literaria feminista, estudios poscoloniales, teoría literaria latinoamericana, etc. Todo esto debido a la sobreproducción teórico-crítica del primer mundo, la cual es asimilada por la Escuela de forma antropofágica. Este pluralismo, aunado a las rencillas y animadversiones personales entre los profesores, termina (re)produciendo, en sus más destacados discípulos, el solipsismo intransigente y poco conciliador que ve en los aportes del otro solo las limitaciones del instrumental teórico y nunca sus logros en el campo de la investigación. La intraducibilidad está sometida no a la imposibilidad real del establecimiento de un diálogo entre los investigadores sino a razones de orden extraacadémico que incitan el babelismo pirotécnico imperante en las aulas.

La gran ilusión

A pesar de que el estudiante sanmarquino presenta un perfil aceptable (salvo en la mayoría de los casos en lo referente a su dominio de una segunda lengua), resulta bastante difícil comprobar que de cada base que egresa son pocos los alumnos que continúan sus estudios de posgrado en el extranjero mediante el nutrido sistema de becas que bombardea incesantemente a la Escuela. Básicamente, esto se debe a que no existe una campaña intensa sobre las posibilidades que se le abren a quien ha terminado el pregrado. En ese sentido, muchos profesores no contribuyen a promover este mecanismo manteniendo una actitud de abierta hostilidad contra «los que se han ido». A diferencia de las universidades particulares, no existe lobbying, la comunidad docente, en su mayoría, no conecta (o no puede conectar porque también está aislada) al joven investigador con investigadores reconocidos con los cuales podría eventualmente trabajar. Y aunque una forma de revertir esto puedan ser los eventos académicos, a los cuales viene uno que otro profesor de valía, el círculo de beneficiados directos sigue siendo reducido dado que no se trata de una política institucional de la Escuela, sino de la voluntad de un grupo de estudiantes, con intereses particulares, apoyado por algún docente en una relación de provecho mutuo. Así, el literato sobresaliente acaba por estudiar lo mismo en la maestría de San Marcos; y el mediocre, en no estudiar nada y regresionar mediante el ejercicio castrante de la docencia escolar o de academia.


Las autoridades universitarias (estudiantiles y docentes) que sean elegidas no deben pasar por alto los problemas fundamentales de la Escuela de la cual son representantes; de lo contrario, nunca se la podrá remontar del atolladero académico en el que se haya presa.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Lúcido, ordenado, simple, claro y cierto. Muy buena, César. No tendríamos que hablar tanto y tanto de autopropuestas de empleo si el camino estuviese más claro. Nuevamente, buena.

Carlos.

Mindoniense dijo...

Interesante uno de los subtítulos. Es como si se pensara o si se anhelara la traductibilidad teórica universal. ¿Resulta posible la armonía teórica? ¿Es verdad que en el fondo todos dicen lo mismo? Admito que es una corriente de pensamiento más o menos hegemónica de la actual estación histórica: vivimos en el mismo mundo y todos estamos dentro del mismo cubil. Por mi parte, me resisto a pensar en que vivimos en una época del pospensamiento. Por el contrario, yo estoy del lado del desacuerdo y de la toma de posición. Para qué vivir si no existe el deseo.

Mindoniense dijo...

Interesante uno de los subtítulos. Es como si se pensara o si se anhelara la traductibilidad teórica universal. ¿Resulta posible la armonía teórica? ¿Es verdad que en el fondo todos dicen lo mismo? Admito que es una corriente de pensamiento más o menos hegemónica: vivimos en el mismo mundo y todos estamos dentro del mismo cubil. Yo, por mi parte, me resisto a pensar en que vivimos en una época del pospensamiento. Por el contrario, yo estoy del lado del desacuerdo y de la toma de posición.

César Ernesto Arenas Ulloa dijo...

No, nadie comparte el cubil con otro. Pero tampoco por eso debe ignorar su posible existencia. Para establecer la diferencia es necesaria una característica común. Sólo con su presencia es posible la comparación, el diálogo. Ese es mi compromiso. Tal vez sea de segundo orden, pero me aferro a él para no terminar hablando ante un salón atiborrado de "almas muertas".
Traductibilidad o traducibilidad, eso es lo de menos.

Anónimo dijo...

Es muy interesante y acucioso el análisis que se hace de la realidad académica de la escuela de literatura de la UNMSM. Más polémico no podría ser. Como estudiante es imposible estar callado y cruzado de brazos. A veces los profesores de Teoría se comportan como clérigos de una Iglesia metodológica, y en su dogmatismo olvidan la posibilidad conciliatoria o la autocrítica.

Anónimo dijo...

¿Crees que tu crítica es la primera? ¿Crees que tu artículo lograra alguna mejora en nuestra escuela académica? Dudo mucho que tu artículo llame la atención y peor aun cuando tú mismo eres inconsciente de tu situación. Irónicamente eres el primer puesto de nuestra base académica, eres el alumno adorado de todos los profesores teóricos y el dolor de cabeza de los profesores más sencillos (Roel, Miranda, Montes, etc). Ahora, ¿crees que por que tus índices de calificaciones son buenas, tienes la potestad de juzgar a tus compañeros de "almas muertas" y que por ello, además, crees que tienes la autoridad de acusar a nuestra escuela?
En primer lugar, creo que el ego se te ha elevado mucho y que todo lo que dices en tu artículo no es más que verborrea retórica. ¿Acaso no te das cuenta que eres tú el solipticista, que vuela en su burbuja solo y piensa que solo el existe el y no los demás? ¿Acaso no eres tú el antropófago de libros teóricos, el cual se olvida de la literatura propiamente dicha? ¿Acaso no eres tú el alma muerta, que está feliz con la verborrea de los profesores teóricos y con los cuales coincide maravillosamente?
Por último, sabes lo qué estudias. ¡Claro!, estudias Literatura; que pena que te comas el rotulo que te vende la universidad, que pena que seas tan estólido y no sepas ni lo que estudias. Sabes lo que estudias; estudias teoría literaria del cual tanto te quejas y tanto exiges, e incluso pides un futuro laboral maravilloso. Pero que hace un teórico literario, no es acaso un parásito que vive de las migajas de los que hacen literatura o un vividor de la producción literaria. Claro y pides un empleo digno cuando al final, esta carrera a lo máximo que te puede llevar es al trabajo editorial (del cual incluso salimos perdiendo por el periodismo) y bueno lastimosamente lo último que nos queda es la docencia.
Yo creo Cesar Arenas que debes pisar tierra, recuerda que tus calificaciones no son índices de tu verdadera capacidad, al contrario estas abogan de que estas conforme con el sistema de enseñanza, al cual tanto críticas.
Juzgas como si fueras un gran iluminado, cuando eres un pobre hipócrita que apenas reclama los errores académicos de los profesores y compite alocadamente por un 20 en su promedio final. Qué lindo ejemplar del sistema eres, un triste huevon del montón. Por tipos individualistas como tu nuestro país y todas sus instituciones están jodidos.
P.D. : Pregúntale a Mondoñedo como acaba un teórico. Ja, ja…