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jueves, 9 de diciembre de 2010

Los «comentarios» del último Inca: causa «real» de la enunciación

Lo cual viendo el Inca su padre, acordó
desfavorecerlo del todo y apartarle de sí
[…] con propósito desheredarlo y elegir
otro de sus hijos por heredero.

Comentarios Reales, Libro IV, Capítulo XX


La publicación en una imprenta de Lisboa en el año de 1609 de los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega, obra que forma una unidad estructural con la Historia General del Perú, su continuación, publicada póstumamente en Córdova en 1617, es sin duda, el testimonio escrito más significativo de la aparición de una nueva instancia enunciativa, que pretende asumir los sucesos históricos que han hecho posible su génesis, pero desde una perspectiva diferente a la de los conquistadores y a la de los vencidos.
En primer lugar, la fuente de la enunciación (en términos de Fontanille) que asume el autor implícito parte de su privilegiado acceso a una doble enciclopedia (Eco) mediante su filiación directa como descendiente cultural de los mundos que fueron los protagonistas del encuentro en Cajamarca: el peninsular de la Reconquista y del Renacimiento, y el andino imperial e idólatra. La actualización de los géneros discursivos (Bajtín) de ambos registros será patente en la construcción de su propio discurso, y es notoria en la prolijidad con la que recurre a ambas fuentes como instrumento de validación y verificación, tanto a los textos escritos de las relaciones y crónicas de los funcionarios y religiosos que le precedieron en la historización del periodo, como de los textos orales que en el espacio formativo sus familiares cuzqueños relataban acerca del gobierno y administración de los incas. Sin embargo, este manejo de los géneros discursivos no es un atributo privativo del autor implícito construido por los Comentarios Reales, sino que se trata de una particularización que ya empezaba a ser asumida en el periodo por otras instancias enunciativas, responsables de la articulación de otros discursos híbridos, como la Nueva Corónica y Buen Gobierno (1615) de Guaman Poma de Ayala y la Relación de Antigüedades de este reino del Perú (1613-1620) de Santa Cruz Pachacuti.
Pero, en segundo lugar, es la causa de la enunciación la que permite singularizar el acto mismo de la producción discursiva de la obra de Garcilaso. En este sentido, es justamente el encontrarse escindido entre estas dos semiósferas (Lotman) lo que configura una instancia enunciativa oscilante, es decir, que se construye mediante la identificación performativa en su discurso (y de la cual también es producto este) y la asunción (Fontanille) o compromiso ético con lo que expresa la palabra. Siguiendo a Lacan, el discurso sería entonces sintomático con el sujeto (singular), y no con el individuo (particular), responsable del mismo, siendo eso, lo simplemente «designado» por ser imposible de «nombrar», el objet petit a de la instancia enunciativa, la causa real de la enunciación. Así como el Gran Otro, el tesoro de los significantes, es la fuente, fuente en este caso bifronte y doblemente conflictiva.
Para proceder al análisis sobre el discurso, operación de singularización del mismo, es necesario colocar el «saber en reserva», dado que como herramienta, el saber funciona siempre como instrumento de homogenización y categorización. Ateniendo los límites del análisis al propio texto, puede establecerse un método para encontrar esa causa que lo determina. Designada la singularidad se puede proceder a la universalización de algunas conclusiones.
Los Comentarios Reales constan de nueve libros, los cuales refieren la historia y costumbres de los incas a lo largo del reinado de los soberanos del Tahuantinsuyo, desde Manco Cápac hasta las guerras fratricidas entre Huáscar y Atahualpa. Una segmentación preeliminar de la obra puede dividirla en dos grandes bloques: uno que contiene los cuatro primeros libros y la mitad del quinto, y otro conformado por la segunda mitad del quinto y los cuatro últimos libros. Cuatro son los eventos más relevantes que abren y cierran cada bloque: la fundación del Cuzco y el peligro de la rebelión Chanca por un lado; y, la derrota de los Chancas y el levantamiento de Atahualpa, por el otro. Se encuentra también plasmada, la tensión entre las dos intenciones del autor implícito, la de narrar los hechos cronológicamente, es decir, la de convertir su discurso en crónica; y la de describir la religión, justicia, manifestaciones culturales, tributación y vida cotidiana del señorío de los incas, afán de las historias morales y naturales. Así, cada capítulo pretende ser una suturación armónica de ambos géneros propios de la época, en el cual se combina un pequeño tratado con unidad temática y una relación secuencial de los gobernantes y sus conquistas. Es en la construcción de esta sección en la que se encuentra la clave de la singularización de la obra de Garcilaso.
Dentro del orden los hechos narrados, dos son los que tienen estructural y temáticamente, la mayor carga significativa: la fundación del Cuzco por Manco Cápac y su defensa por Huiracocha. A partir de ambas, pueden ser entendidas las sucesiones de los incas como los significantes que recurren permanentemente al tesoro acumulado por las figuras del Fundador y del Defensor. Las cadenas de significantes poseen la densidad de estas figuras, lo cual es patente en la misma estructura de la obra. La fundación determina un antes y un después en la evolución de las costumbres de la población indígena, entre la Primera Edad salvaje y la Segunda Edad civilizada. El libro primero da cuenta de esto. El segundo, tercero y cuarto, narran cada uno, el gobierno de dos incas, y su expansión por el Contisuyo, Antisuyo y Collasuyo. Es con el gobierno del séptimo inca, Yáhuar Huácac y su huida de la capital imperial ante la rebelión de los pobladores de las tierras del Chinchasuyo, que se da pie a la aparición providencial de Huiracocha, a quien se le dedica el libro quinto. En adelante, a cada inca se le consagrara un libro, excepción hecha a Huaina Cápac, quien comparte la historia de su gobierno con la de sus hijos en el libro nono.
La construcción de estos significantes maestros (Lacan) le permite al autor implícito dar cuenta de lo que en la ontología de Badiou corresponde al acontecimiento. Según él, el acontecimiento es el suplemento de una situación, pero que está ubicado en esa misma situación. El suplemento corresponde al vacío, el vacío de lo no-contado. Pero el acontecimiento no se presenta sólo, para «advenir» debe hacerlo bajo el soporte de un sujeto, es decir, de alguien que sea fiel al proceso de verdad que se desarrolla a partir de él en la indagación de lo no-sabido: por eso todo acontecimiento sólo puede ser designado mediante un «nombre propio», el nombre del vacío.
En su afán de contar todo, la instancia enunciativa cuenta incluso lo no contado, el individuo que sale del Titicaca o de las ventanas del Sol, es un singular, hay algo de excepcional en él, y asume su rol profético como civilizador de la humanidad y desde el funda la capital de un gran imperio. El defensor de la misma ciudad escapa de la cuenta por su comportamiento inadecuado, es desterrado y desheredado, y es desde el vacío desde donde sale una nueva divinidad y un nuevo nombre: Huiracocha, a quien la propia instancia enunciativa le cuesta clasificar. Sobre esas dos operaciones anticipatorias, se encuentra otra más audaz, la de reparar el trauma, la fractura del encuentro de Cajamarca. Pero parecer que esa fractura no puede ser remediada por el discurso, este sucumbe y se fragmenta, haciendo dos obras de la que era una.
Sin embargo, en su conjunto, el autor implícito al que podemos responsabilizar de la categoría que llamamos obra, que bajo el seudónimo de Inca Garcilaso de la Vega asumió la paternidad de estos discursos, debe ser entroncado como el tercer significante maestro de la cadena de los soberanos del Tahuantinsuyo. No es casual que yuxtapusiera al nombre de su padre el de «inca». Es esta instancia, responsable de los dos textos, la que asume como propia el acontecimiento de Cajamarca, no desde un solo horizonte, sino desde su visión privilegiada y compartida. Y su única obra, acto de la enunciación de un singular que encuentra en una conquista y en una derrota, un suplemento de la historia, una apertura, como un respuesta sintomática de eso que lo determina, de ser parte del vacío, ni español ni indio, sino las dos cosas, algo que todavía no tiene nombre, pero que será su nombre propio, que para nosotros es ya una nominación, una categoría, una particularización: un mestizo.

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