A continuación, copio el final del capítulo ocho («El Estado
neoliberal») del libro de Fernando Escalante cuya portada aparece sobre estas
líneas. Creo que no hacen falta mayores comentarios:
«Volveremos al tema en el capítulo
siguiente, pero importa como remate decir que el proceso de privatización va de
la mano con un extraordinario desarrollo de la burocracia. Puede que parezca
chocante de entrada, después de todo, la retórica neoliberal no ha hecho ahorro
de adjetivos para denostar a la burocracia, y prácticamente no hay en sus filas
nadie que se haya privado de pedir que se reduzca, o que se le quiten
privilegios, que se le exija más eficiencia. Y bien, todo eso es verdad. Pero
se refiere siempre a la burocracia pública (a determinados aspectos, reglas,
formas, de la democracia pública). Pero las empresas privadas también tienen su
burocracia, tan elaborada, jerárquica, ordenancista, protocolaria y estólida
como la otra. Está en la experiencia de cualquiera lo que significa cambiar de compañía
de teléfonos, presentar una reclamación [sic] en un banco, o pedir ayuda al
servicio de asistencia técnica de cualquier empresa de tecnología.
En lo que nos importa, el cambio no
consiste en la desaparición de la burocracia, sino en una serie de cambios
normativos que de hecho intensifican la burocratización del mundo, según la
expresión de Béatrice Hibou [De la
privatización de las economías a la privatización de los Estados. México:
Fondo de Cultura Económica, 2013].
Solo unas cuantas líneas, para
aclarar esto. Las empresas modernas son organizaciones burocráticas, tienen sus
reglas, una organización jerárquica con distribución de competencias, y
necesitan procedimientos formales, estandarizados, de coordinación. Para cada
tramo hay indicadores, estadísticas, informes de actividad y sistemas de
evaluación del desempeño -hay bibliotecas enteras sobre ello-. Lo particular
del momento neoliberal es que las formas de organización de la burocracia
privada se hayan transportado a la administración pública.
No es difícil de explicar. Se supone
que el mundo privado es por definición más eficiente que el público, puesto que
ha aprendido a operar bajo la presión del mercado. De donde se infiere que la
burocracia pública podría ser más eficiente si se adoptase las formas de
organización de la burocracia privada. Porque se supone que el saber
administrativo, siendo puramente formal, es infinitamente transportable. Es el
momento de una nueva clase de profesionales de la administración, poseedores de
una nueva ciencia de todo.
Las instituciones públicas no son
empresas. No compiten en un mercado, no se orientan por la ganancia, no son
productivas en el sentido normal de la palabra. Se tiene que recurrir por eso a
la elaboración de indicadores que puedan servir como representaciones de la
producción, y a partir de ahí se diseña un sistema de auditorías, para
verificar que se cumple con las metas. Significa normalmente añadir nuevas
capas de burocracia. El resultado es la extensión de una “cultura de la
auditoría”, y el desarrollo de una importante industria de la cuantificación.
Las exigencias de eficiencia, resultados, productividad, producen
incesantemente criterios de evaluación, estándares, índices, que hacen que los expertos
en auditorías se vuelvan indispensables.
Aclaremos. La mayor parte de los
indicadores se producen exclusivamente para efectos de la auditoría, es decir,
no tienen ninguna relevancia para las tareas sustantivas. Son diseñados,
integrados, evaluados, por profesionales de la gestión, que no tienen por qué
saber ni de purificación de aguas, ni de medicina ni de radiodifusión, pero son
capaces de auditar hospitales, emisoras de radio o plantas de potabilización.
Con un matiz: cada vez es más importante que las auditorías sean externas, de
ser posible privadas, e internacionales. Y así ha surgido un mercado global de
la evaluación, surtido por empresas dedicadas a la verificación de cuentas y el
diseño de buenas prácticas.
Es claro que la Norma iso-9001 no garantiza la calidad del
servicio en nada, ni los principios de contabilidad gaap (Generally
Accepted Accounting Principles) garantizan que no vaya a haber fraudes (la
empresa ENRON [empresa estadounidense de energía, declarada en bancarrota en 2001],
por ejemplo, cumplía muy bien con todos los criterios formales). Lo que importa
es el gesto. En términos sustantivos lo que se ha hecho es crear una industria
de la influencia, de la credibilidad, que progresivamente reemplaza a los
mecanismos tradicionales de control y que en la práctica implica la privatización
de la política (diagnostico, estrategia, indicadores, evaluación -todo se puede
subcontratar-). La eficacia exige cada vez más un ejercicio técnico,
normalizado, estándar, y al final un ejercicio privado del poder político. Es
el final del viaje».
No hay comentarios:
Publicar un comentario