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miércoles, 3 de junio de 2015

Noneto




Francisco Mignone, compositor del que hablaremos más adelante, decía que “el Noneto [1923] es la mejor y más genuinamente brasilera de las obras de Villa-Lobos”. Pues bien, yo he querido hacer un pequeño paseo por la música académica de ese país. Para ello, me he valido del libro del pianista y diplomático Vasco Mariz, Historia de la música en el Brasil (1985). He seleccionado a nueve compositores para que nos acompañen. A través de ellos, notaremos las sucesivas influencias portuguesa, italiana, francesa y alemana que ha sido aprovechada por los autores brasileros para crear una música propia, realmente nacional. Sin embargo, hay cuatro nombres en los que no me he detenido por no hacer más extensa esta entrada, pero que debo mencionar al menos: Francisco Manuel da Silva (Río de Janeiro, 1795 - 1865), Oscar Lorenzo Fernández (Río de Janeiro, 1897 - 1948), Mozart Camargo Guarnieri (Tietê, 1907 - São Paulo, 1993) y Claudio Franco de Sá Santoro (Manaus, 1919 - Brasília, 1989).
Ahora los dejo con el Noneto como preámbulo de un recorrido que espero los haga sentir, al igual que a mí, más que satisfechos.



1. José Joaquim Emerico Lobo de Mesquita (1746, Vila do PrÍncipe do Serro do Frio - 1805, Río de Janeiro), mulato, hijo de un portugués y una esclava negra, es el mayor músico del “barroco mineiro” y de todo el periodo colonial de Brasil. Organista y alférez de caballería, su obra acusa la influencia de Pergolasi y Mozart, y cierta forma de instrumentar al estilo italiano. De él dice Mariz que posee una “invención melódica muy rica, sentido de forma, completa identificación con el mensaje del texto litúrgico y gran habilidad en el arte de la modulación”.
Comparto el Responsório de Santo Antônio (Si quaeris miracula):



2. Antônio Carlos Gomes (Campinas, 1836 – Belém, 1896), era hijo de un músico del interior: su abuelo había sido español y su abuela de ascendencia indígena. A los 18 años compuso su primera misa y a los 25 su primera ópera. La emperatriz del Brasil, Tereza Cristina, hija del rey de Nápoles, le concedió una beca para perfeccionarse en Italia. Conquistaría la Scala de Milán con la puesta en escena de la exótica ópera-ballet Il Guarany, estrena en 1870, por la que Vittorio Emmanuele II lo nombró caballero de la corona italiana. Debido a sucesivas crisis económicas, matrimoniales y creativas, volvió al Brasil, donde moriría en medio de la selva y el auge del caucho.
A continuación, la “Overtura” de Il Guarany:



3. Brasílio Itiberê da Cunha (Paranaguá, 1846 - Berlín, 1913) diplomático y periodista, “escribió la Sertaneja para piano solo en 1869, a los 23 años de edad. Diole el título de Fantasía Característica, con lo cual deseó señalar el aprovechamiento del tema folklórico Balaio, Meu Bem, Balaio en ritmo de habanera, entonces muy popular [...] es una obra típica de la época, música agradable de salón. Consta que Liszt la interpretó cierta vez en Roma, en casa de Brasílio, en la Vía del Corso" (Mariz). Se trata de la segunda composición con sabor nacionalista, después de La Cayumba (1869), un baile de negros, de Gomes.
Los dejo con A Sertaneja:



4. Alberto Nepomuceno (Fortaleza, 1864 - Río de Janeiro, 1920) fue la figura más importante del movimiento nacionalista de las primeras décadas del siglo XX. Destaca su Série brasileira, estructurada en cuatro partes (Alvorada na serra, 1892; Intermédio, 1891; A sesta na rede, 1896; Batuque, 1888) y basada en temas populares, pese a la “mediocridad de la orquestación” (Luiz Heitor). La obra vocal de Nepomuceno es también importante, ya que logró perfilar definitivamente el lied cantado en portugués. Además, su gestión al frente del Iinstituto Nacional de Música fue decisiva para la difusión de la música moderna en Brasil.
Escuchemos el Batuque:



5. Heitor Villa-Lobos (Río de Janeiro, 1887 - 1959), compositor y director de orquesta, hay poco que agregar que no sea conocido de él. De personalidad extravagante y fecundidad creativa infinita, solo cabe señalar que si la consagración de Gomes fue en Italia, la de Villa-Lobos fue en Francia y se debió, entre otros factores, a su amistad con el célebre pianista polaco Arthur Rubinstein (1887-1982). Siguen siendo los Choros (1921-1929) y la Bachianas brasileras (1932-1944) sus series más conocidas. “La Bachiana Brasileira N°5, para soprano y orquesta de cellos, tiene solo dos partes: aria (Cantilena), escrita en 1938, y dança (Martelo), datada en 1945. Su introducción de dos compases quinarios en pizzicatto define el ambiente de punteo de guitarras de los “seresteiros” [serenatas]. Luego aparece la lánguida melodía lírica, sostenida sobre pizzicatti en contrapunto, cuya polifonía se apoya en una marcha lenta de bajos cadenciosos a la manera de Bach” (Mariz).
Prestemos atención a la audición de esta pieza:



6. Francisco Paulo Mignone (São Paulo, 1897 - Río de Janeiro, 1986), fue el músico más completo que ha tenido Brasil: compositor, profesor, director, pianista, orquestador, escritor y poeta; pertenece a la segunda generación nacionalista. Fue gran amigo del musicólogo Mário de Andrade, e introdujo la impronta africana dentro de la música académica. Se perfeccionó en Italia, pero bajo los lineamientos de la escuela francesa. Su obra más lograda es “la Festa das Igrejas, escrita en 1939 y estrenada en 1942 […] Consta de cuatro cuadros concatenados por pequeños interludios en que el autor utilizó el órgano para caracterizar bien la intención religiosa” (Mariz); aunque el compositor fuera ateo.
Escuchemos la obra reseñada de Mignone:



7. Radamés Gnattali (Porto Alegre, 1906 - Río de Janeiro, 1988) se trata del compositor que más me agrada de la tercera generación nacionalista. Su producción está dividida entre la música erudita y la popular. Sufrió la influencia de la música norteamericana y el jazz en la década de los 30; pero después se fue decantando por un folklorismo menos virtuoso y mejor instrumentado. Destaco la pieza eminentemente camerística, Concerto para harpa (1957), “obra maestra de finura, sensibilidad y moderación, que hace pensar en un Radamés del setecientos” (Mariz).
A continuación, el Concerto completo:



8. César Guerra-Peixe (Petrópolis, 1914 - Río de Janeiro, 1993) es uno de los nombres más conocidos de la primera generación post-nacionalista. Se afilió momentáneamente al dodecafonismo en los 40, bajo la dirección del alemán Hans-Joachim Koellreutter (1915-2005), quien había llegado a Río en 1937, por lo que rompió casi todo lo escrito con anterioridad. Sin embargo, retomó las constantes nacionalistas y empezó a hacer estudios sobre la música folclórica de Brasil. Como violinista, su fuerte era la música de cámara. En lo personal, la Suíte infantil N° 1 (1944) y Galope (1970), para dos flautas, violín, viola y cello, son mis obras favoritas.
Escuchemos la segunda de las mencionadas:



9. Edino Krieger (Brusque, Santa Catarina, 1928) es el único de los compositores de este conjunto imaginario que está vivo y, quizás, el que cierra definitivamente el ciclo del nacionalismo en la música culta de Brasil, ya que pertenece a la primera generación independiente. Junto con Olvaldo Lacerda (São Paulo, 1927), irrumpe en el panorama sonoro en los años 50. Trabajó como terapeuta musical en un hospital y como crítico en un periódico de Río. Su obra puede ser clasificada dentro de la corriente neoclásica, aunque también sufrió la influencia de Kollreutter y el conjunto Música Viva. Su pieza más aplaudida es la Brasiliana (1960), escrita para viola sobre la base de una canción popular para atraer al ganado.
Comparto, finalmente, esta pieza:

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