Francisco Mignone, compositor del
que hablaremos más adelante, decía que “el Noneto
[1923] es la mejor y más genuinamente brasilera de las obras de Villa-Lobos”.
Pues bien, yo he querido hacer un pequeño paseo por la música académica de ese
país. Para ello, me he valido del libro del pianista y diplomático Vasco Mariz,
Historia de la música en el Brasil
(1985). He seleccionado a nueve compositores para que nos acompañen. A través de ellos, notaremos las sucesivas influencias portuguesa, italiana, francesa y alemana que ha sido aprovechada por los autores brasileros para crear una música propia, realmente nacional. Sin
embargo, hay cuatro nombres en los que no me he detenido por no hacer más
extensa esta entrada, pero que debo mencionar al menos: Francisco Manuel da
Silva (Río de Janeiro, 1795 - 1865), Oscar Lorenzo Fernández (Río de Janeiro,
1897 - 1948), Mozart Camargo Guarnieri (Tietê, 1907 - São Paulo, 1993) y Claudio
Franco de Sá Santoro (Manaus, 1919 - Brasília, 1989).
Ahora los dejo con el Noneto como preámbulo de un recorrido
que espero los haga sentir, al igual que a mí, más que satisfechos.
1. José Joaquim Emerico Lobo de
Mesquita (1746, Vila do PrÍncipe do Serro do Frio - 1805, Río de Janeiro),
mulato, hijo de un portugués y una esclava negra, es el mayor músico del “barroco
mineiro” y de todo el periodo colonial de Brasil. Organista y alférez de
caballería, su obra acusa la influencia de Pergolasi y Mozart, y cierta forma
de instrumentar al estilo italiano. De él dice Mariz que posee una “invención
melódica muy rica, sentido de forma, completa identificación con el mensaje del
texto litúrgico y gran habilidad en el arte de la modulación”.
Comparto el Responsório de Santo Antônio (Si quaeris miracula):
2. Antônio Carlos Gomes (Campinas,
1836 – Belém, 1896), era hijo de un músico del interior: su abuelo había sido
español y su abuela de ascendencia indígena. A los 18 años compuso su primera
misa y a los 25 su primera ópera. La emperatriz del Brasil, Tereza Cristina,
hija del rey de Nápoles, le concedió una beca para perfeccionarse en Italia.
Conquistaría la Scala de Milán con la puesta en escena de la exótica ópera-ballet
Il Guarany, estrena en 1870, por la
que Vittorio Emmanuele II lo nombró caballero de la corona italiana. Debido a
sucesivas crisis económicas, matrimoniales y creativas, volvió al Brasil, donde
moriría en medio de la selva y el auge del caucho.
A continuación, la “Overtura” de Il Guarany:
3. Brasílio Itiberê da Cunha (Paranaguá, 1846 - Berlín, 1913) diplomático y
periodista, “escribió
la Sertaneja para piano solo en 1869,
a los 23 años de edad. Diole el título de Fantasía
Característica, con lo cual deseó señalar el aprovechamiento del tema
folklórico Balaio, Meu Bem, Balaio en
ritmo de habanera, entonces muy popular [...] es una obra típica de la época,
música agradable de salón. Consta que Liszt la interpretó cierta vez en Roma,
en casa de Brasílio, en la Vía del Corso" (Mariz). Se trata de la segunda
composición con sabor nacionalista, después de La Cayumba (1869), un baile de negros, de Gomes.
Los dejo con A
Sertaneja:
4. Alberto Nepomuceno
(Fortaleza, 1864 - Río de Janeiro, 1920) fue la figura más importante del movimiento
nacionalista de las primeras décadas del siglo XX. Destaca su Série brasileira, estructurada en cuatro
partes (Alvorada na serra, 1892; Intermédio, 1891; A
sesta na rede, 1896; Batuque, 1888) y basada en temas populares,
pese a la “mediocridad de la orquestación” (Luiz Heitor). La obra vocal de
Nepomuceno es también importante, ya que logró perfilar definitivamente el lied cantado en portugués. Además, su
gestión al frente del Iinstituto Nacional de Música fue decisiva para la
difusión de la música moderna en Brasil.
Escuchemos el Batuque:
5. Heitor Villa-Lobos (Río de Janeiro, 1887 - 1959),
compositor y director de orquesta, hay poco que agregar que no sea conocido de
él. De personalidad extravagante y fecundidad creativa infinita, solo cabe
señalar que si la consagración de Gomes fue en Italia, la de Villa-Lobos fue en
Francia y se debió, entre otros factores, a su amistad con el célebre pianista polaco Arthur Rubinstein (1887-1982). Siguen siendo los Choros (1921-1929)
y la Bachianas brasileras (1932-1944)
sus series más conocidas. “La Bachiana Brasileira N°5, para soprano y orquesta de cellos, tiene
solo dos partes: aria (Cantilena),
escrita en 1938, y dança (Martelo),
datada en 1945. Su introducción de dos compases quinarios en pizzicatto define el ambiente de punteo
de guitarras de los “seresteiros” [serenatas]. Luego aparece la lánguida
melodía lírica, sostenida sobre pizzicatti
en contrapunto, cuya polifonía se apoya en una marcha lenta de bajos
cadenciosos a la manera de Bach” (Mariz).
Prestemos atención a la audición de esta pieza:
6. Francisco Paulo Mignone (São Paulo, 1897 - Río de Janeiro, 1986),
fue el músico más completo que ha tenido Brasil: compositor, profesor,
director, pianista, orquestador, escritor y poeta; pertenece a la segunda generación
nacionalista. Fue gran amigo del musicólogo Mário de Andrade, e introdujo la impronta
africana dentro de la música académica. Se perfeccionó en Italia, pero bajo los
lineamientos de la escuela francesa. Su obra más lograda es “la Festa das Igrejas, escrita en 1939 y estrenada
en 1942 […] Consta de cuatro cuadros concatenados por pequeños interludios en
que el autor utilizó el órgano para caracterizar bien la intención religiosa”
(Mariz); aunque el compositor fuera ateo.
Escuchemos la obra reseñada de
Mignone:
7. Radamés Gnattali (Porto Alegre, 1906 - Río de Janeiro, 1988)
se trata del compositor que más me agrada de la tercera generación nacionalista.
Su producción está dividida entre la música erudita y la popular. Sufrió la
influencia de la música norteamericana y el jazz en la década de los 30; pero después
se fue decantando por un folklorismo menos virtuoso y mejor instrumentado. Destaco
la pieza eminentemente camerística, Concerto
para harpa (1957), “obra maestra de finura, sensibilidad y moderación, que
hace pensar en un Radamés del setecientos” (Mariz).
A continuación, el Concerto completo:
8. César Guerra-Peixe (Petrópolis, 1914 - Río de Janeiro, 1993)
es uno de los nombres más conocidos de la primera generación post-nacionalista.
Se afilió momentáneamente al dodecafonismo en los 40, bajo la dirección del
alemán Hans-Joachim Koellreutter (1915-2005), quien había llegado a Río en 1937, por lo que
rompió casi todo lo escrito con anterioridad. Sin embargo, retomó las
constantes nacionalistas y empezó a hacer estudios sobre la música folclórica
de Brasil. Como violinista, su fuerte era la música de cámara. En lo personal,
la Suíte infantil N° 1 (1944) y Galope
(1970), para dos flautas,
violín, viola y cello, son mis obras favoritas.
Escuchemos la segunda de las mencionadas:9. Edino Krieger (Brusque, Santa Catarina, 1928) es el único de los compositores de este conjunto imaginario que está vivo y, quizás, el que cierra definitivamente el ciclo del nacionalismo en la música culta de Brasil, ya que pertenece a la primera generación independiente. Junto con Olvaldo Lacerda (São Paulo, 1927), irrumpe en el panorama sonoro en los años 50. Trabajó como terapeuta musical en un hospital y como crítico en un periódico de Río. Su obra puede ser clasificada dentro de la corriente neoclásica, aunque también sufrió la influencia de Kollreutter y el conjunto Música Viva. Su pieza más aplaudida es la Brasiliana (1960), escrita para viola sobre la base de una canción popular para atraer al ganado.
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