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martes, 3 de julio de 2012

Los Estudios Culturales: las nuevas "hordas bárbaras"



Gran parte del cuestionamiento de Carlos Reynoso[1] a los Estudios Culturales (EE. CC.) tiene como causa principal una operación descalificada por el autor y que, según él, solo puede generar reificaciones, equívocos y mistificaciones. Nos referimos a la tendencia de los EE. CC. a subsumir categorías de otras disciplinas humanísticas y sociales, en conceptos ambiguos e indefinidos, cuyo valor operacional queda mermado a cambio de una polisemia que pretende dar cuenta de un complejo objeto de estudio.

Podemos descomponer la crítica de Reynoso partiendo de dicho objeto de estudio, cuya identificación y aspectualización coherente justifica la labor de cualquier disciplina o, en el caso de los EE. CC., campo. Se trata del concepto de “cultura”. Lo primero que señala Reynoso es que dicho objeto es compartido por otras disciplinas, las cuales, desde diferentes enfoques, han constituido una tradición particular en la reflexión del mismo. Dos son las áreas académicas sobre las que hace hincapié Reynoso: por un lado, la sociología; y, por el otro, la antropología. Sin necesidad de realizar un resumen de los argumentos de Reynoso, se puede sintetizar la objeción del autor de la siguiente manera: La deconstrucción de la “cultura”, como categoría eurocéntrica, imperialista y falocéntrica, practicada por los EE. CC. no es anterior a las reflexiones críticas que se han llevado a cabo en el seno de la sociología y la antropología; y el hecho de aquellos desconozcan esto demuestra su provincialismo académico, su falta de rigor intelectual y su desmedido espíritu triunfalista.

Otro de los puntos fuertes de su acusación es de carácter metodológico y se refiere a las técnicas de la “etnografía”, las cuales son empleadas sin el conocimiento necesario de sus mínimos de aplicabilidad, es decir, sin tomar en cuenta la inmersión prolongada en la subcultura urbana, segmentando de manera autista la realidad y obteniendo los registros textuales -testimoniales o semióticas- sin especificar los criterios de selección de la muestra o sin esclarecer los indicadores que serán evaluados al final de la investigación para corroborar las hipótesis planteadas. Pero precisamente, según Reynoso, los EE. CC. se caracterizan por mostrar un desinterés absoluto por el planteamiento de hipótesis y su corroboración empírica o, por lo menos, retórica (en esto ayudan esas especies expositivas creadas ad hoc por los culturistas: los working papers). Y esto debido básicamente a dos cosas: i) a la tendencia general del culturismo de interpretar, más que explicar, la realidad (giro hermenéutico); y ii) al desfase entre unos estudios que se enfocan en fenómenos particulares y locales (emic) pero cuya autopercepción oculta un formalismo y universalismo atroz (etic). La consecuencia lógica de todo esto es la no-correlación entre un marco teórico ausente y unas conclusiones y hallazgos que suelen bordear el sentido común, en el mejor de los casos, y el puro sinsentido, en el peor.
            
Esto nos lleva al tercer punto, la “articulación”, categoría que es ensalzada por los culturistas como original del movimiento. Pero la articulación no es más que una trampa que simplifica una larga serie de otros fenómenos distintos. Para Reynoso, la inconveniencia de su utilización estriba i) en que al comprender un campo demasiado amplio de procesos, no puede aspectualizar la realidad y, por lo tanto, no puede crear disciplina o campo alguno, siendo natural en ese sentido que el objeto se torne inmanejable e, incluso, imposible de abordar; y ii) en que su empleo en los EE. CC. ha sido indiscriminado debido a la confusión que pulula en ellos, al articular disciplinas, metodologías y fenómenos de manera indistinta, sin discernir los niveles al momento de hacer las transferencias entre teorías, categorías y hechos.

Llegados a este punto, podemos analizar el último terreno en el que opera la subsumisión: el académico. Aquí, para Reynoso, asume otro nombre: la “interdisciplinaridad”. Este es el dominio más político del debate porque implica la lucha de los departamentos académicos por el mercado de lectores, la estetización de la crítica cultural, la espectacularización de sus manifestaciones (intelectuales, conferencias, instituciones), la inclinación política de la tendencia hegemónica y su relación con la situación planetaria contemporánea. Demás está decir que el voto de Reynoso es otra vez en contra. Los EE. CC., centrándose en los aspectos más controvertidos, llamativos y populares de la cultura urbana juvenil del Primer Mundo, han desestimado en sus investigaciones la variable social de clase y la han colocado al lado de un sinnúmero de otras, relacionadas con fenómenos de carácter cultural, local y específico, como el género, la raza, o los hábitos particulares de “placer” propios de las sociedades tecnológicas y consumistas promovidas por el capitalismo tardío. Desde este ángulo, han buscado rituales de “resistencia” donde, siendo muy optimistas, pocos casos demuestran tal intuición. Por otro lado, la confusión de niveles entre teoría, metodología y objetos de estudio ha sido también una constante en los EE. CC., y los ha llevado a incluir dentro de su marco teórico, construido como un gran collage posestructuralista, tendencias tan opuestas y antagónicas como el psicoanálisis lacaniano y el análisis rizhomático de Deleuze, por poner un ejemplo.
            
Aunque la crítica de Reynoso encuentra una plena vigencia en el debate latinoamericano actual, debido a la sempiterna imitación de las modas intelectuales de las metrópolis occidentales por parte de los investigadores locales, y que esta se aúna a otras similares contra el pensamiento posmoderno que pretende imponerse en las zonas periféricas desde los centros hegemónicos, el saldo final sigue siendo desalentador porque como el mismo autor confiesa, las disciplinas parecen estar tan exhaustas después de varias olas crítica nacidas desde adentro, como para enfrentar a una corriente que intenta avasallar a la Academia efectuando una de las operaciones más insólitas de la historia intelectual del hombre, pero practicada con gran efectividad por las hordas bárbaras de todos las latitudes y tiempos: la tierra arrasada.



[1] Reynoso, Carlos. Apogeo y decadencia de los estudios culturales. Una visión antropológica. Barcelona, Gedisa, 2000.

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