El Trípode de Helena es un blog personal. En la parte superior de la columna izquierda, verán mi retrato y debajo una breve biodata. A continuación, están organizadas las entradas según los temas recurrentes y según la fecha en la que fueron publicadas. Si a alguno de ustedes le intriga el título del blog, de click aquí. Si están interesados en descubrir más acerca de la imagén del encabezado, entren aquí.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

"Actio in distans": Humanismo, colonización, totalitarismo y Literatura comparada


Desde sus orígenes a finales del siglo XIX, los representantes de la Literatura comparada han apelado a reconstruir el horizonte del humanismo europeo medieval en un afán por superar las divisiones territoriales y lingüísticas que sus propios antepasados, los letrados cortesanos y burgueses de los siglos XV, XVI y XVII habían determinado para la constitución de las literaturas vernáculas y su fijación mediante procesos de canonización, llevados a cabo por instituciones religiosas (Iglesias reformistas) y artísticas (Academias), auspiciados por los proyectos absolutistas de las grandes monarquías. En ese sentido, la patria grande de la Cristiandad medieval, cuya lengua franca era el latín tardío, fue desmembrada hasta convertirse en un mosaico de pequeños Estados nacionales con lenguas propias. Hacia mediados del siglo XVII, este proceso se encontraba terminado, por lo que los antirretóricos humanistas y el clero católico eran los únicos que mantenían en vigencia la utilización de un latín, científico y eclesiástico, respectivamente; alejado en gran medida de la antigua lengua común.
Sobre este panorama, los intentos por superar el impase de la comunicación y trasmisión del saber tuvieron como primer intento la creación de una lengua universal de carácter matemático. La formalización del lenguaje se ha desarrollado de manera continúa desde hace tres siglos y sus resultados han constituido un campo específico dentro del terreno de la filosofía, especialmente influyente en los territorios de lengua anglosajona: la filosofía analítica.
Sin embargo, al terminar el siglo XVIII, los postulados sobre la razón trascendental de Kant, determinaron un punto de inflexión en el panorama de la filosofía continental. Sus ideas sobre el sujeto racional, y su doble naturaleza cognitiva y sensitiva, fueron adaptadas en moldes sociohistóricos por Hegel (y luego Marx), lo que determinó la aparición del humanismo de Goethe, el cual, como señala Auerbach, trataba de reconstruir la «historia interna de la humanidad, para la consecución de una idea del hombre homogénea en su diversidad»[1]. En ese sentido, la afirmación del mismo Auerbach de que la tierra, y no la nación, es la patria filológica, no es más que una actualización del pensamiento goethiano.
Durante el siglo XIX, el florecimiento de este pensamiento dio pie para que se consolidara la escuela hermenéutica, con su preocupación constante por el lenguaje. Sobre esta base pueden rastrearse los postulados metodológicos de la mayoría de los grandes maestros de la crítica literaria de entre guerras del siglo siguiente: Auerbach, Spizer o Curtius. En todos estos casos, la imagen del sabio es elemental para comprender su forma de trabajo, como extensión creativa de una conciencia singular y artística:
La síntesis histórica […] aunque sólo puede encontrar su sentido sobre la base de una compenetración científica con el material, es resultado de una intuición personal y, por tanto, sólo se puede esperar de una individualidad. Allí donde se consigue de forma plena, se habría obtenido a un tiempo un trabajo científico y una obra de arte.[2]
Descartado el trabajo grupal por resultar innecesario, la especialización deja de ser una preocupación del intérprete humanista, o mejor dicho cambia de sentido ya que «[s]e trata […] de una especialización; pero no […] conforme a las habituales compartimentaciones de la materia, sino una adecuada al asunto, y que, por eso, se puede reformular constantemente».[3]
Sin embargo, las constantes luchas expansionistas entre las potencias coloniales europeas y los procesos de modernización producidos dentro de ellas, desestabilizaron el modelo establecido por las sociedades cortesanas del siglo XVIII, en el que la diplomacia y los códigos de la aristocracia permitieron una convivencia «pacífica» hasta la Revolución francesa. Las constantes revoluciones burguesas impulsadas por los sectores liberales y letrados fueron sofocadas en muchos casos a un coste muy alto para la unidad de los imperios. Las grandes literaturas establecidas durante el internacionalismo del Siglo de las Luces, fueron rápidamente superadas como centros de articulación y cohesión con la aparición de pequeños núcleos que basados en reivindicaciones étnicas construían un nacionalismo desde abajo, alejado del aparato estatal y de sus mecanismos de validación. Una respuesta para reabsorber las iniciativas de escisión fue la aparición del comparatismo, sobre la base del pensamiento evolucionista de Darwin, que mediante las ideas de la lucha de especies y la supervivencia del más apto, justificaba los regímenes de dominación a los que estaban sometidas las culturas subalternas de Europa del Este y de los territorios colonizados.
En 1893, Texte sustenta estas mismas premisas cuando aborda un balance de la literatura comparada europea:
Si el nacionalismo ha surgido de la crítica comparativa, también ha surgido el cosmopolitismo y el internacionalismo.
El día en el que se forme la nueva literatura europea, toda crítica literaria será necesariamente internacional. Ese día, por encima de las fronteras políticas –si todavía quedase alguna­– ­­­se habría tendido y anudado los lazos invisibles que unirán los pueblos con los pueblos y­ que construirán, como en la edad media, el alma colectiva de Europa.[4]
La negación de la independencia de las literaturas nacionales, mediante el cosmopolitismo, era una forma de invalidar las reivindicaciones sociales que dicha autonomía reclamaba. Su propuesta de formar los «Estados Unidos de Europa» se entronca con el deseo de los comparatistas decimonónicos de mantener un centro unificador del saber que subordine a la periferia toda propuesta alternativa.
La respuesta de esta corriente al planteamiento metodológico del humanismo romántico es inversa. Si la individualidad del intérprete es condición indispensable en Auerbach, para Gayley, por el contrario:
Ningún individuo puede tomar de nuestras muchas literatura los materiales requeridos para establecer, por inducción, uno solo de los tipos literarios; pero una asociación colegiada cuyos miembros se dediquen al estudio de un tipo, género, movimiento o tema dados […] puede acometer adecuadamente una investigación comparativa sobre la naturaleza de la literatura, parte por parte.[5]
La premisa operativa de Gayley en 1903 estaba basada en una concepción reduccionista del acto creativo: «la literatura […] está alentada por las necesidades y aspiraciones comunes del hombre: nace y surge de facultades comunes, tanto psicológicas como fisiológicas, y obedece a leyes comunes de materia y modo de la humanidad individual y social».[6] Su reivindicación de la filología, disciplina encargada del estudio de las lenguas muertas de la antigüedad clásica y, por expansión de la lingüística comparada, de los dialectos y culturas indoeuropeos hasta el sánscrito, demuestra la visión estática de la lengua que tenían los comparatistas de fin de siglo. No es casualidad que un evento de profunda matriz colonial como el «Congrès d’histoire comparée des littératures, que se celebró en plena Exposición universal de 1900 en la VI sección de los congresos celebrados en Paris» sea, según Baldensperger, el «que ha señalado la alianza fraternal»[7] entre los comparatistas europeos en el momento en que su disciplina atravesaba un periodo de crisis. En 1921, después de la Gran guerra, la labor del comparatista desde la cátedra universitaria adoptó la forma de una misión profética: el rescate de la barbarie. Así, para Baldensperger
la práctica extendida de la literatura comparada dará lugar [...] a la preparación de un nuevo humanismo, ya en el día después de la crisis que todavía nos domina: una especie de arbitraje, de clearing, en el que culminaría el esfuerzo del «comparatismo», abriría la vía a nuevas certidumbres, humanas, vitales, civilizadoras, en las que pudiera de nuevo reposar el siglo en el que estamos.[8]
La elaboración más teórica de las aspiraciones filantrópicas de los comparatistas de entreguerras fue realizada por Van Tieghem, tres años después. Su distinción disciplinaria entre literatura nacional, comparada y general pretendió estratificar el estudio del fenómeno en niveles jerárquicos que planteaban metodologías propias. Si por un lado, el comparatismo permanece atrapado en el estudio de relaciones binarias; por el otro, la «historia general de la literatura o literatura general, tiene como propósito dar a conocer los elementos internacionales del pensamiento y del arte que, en un período dado, han conferido una tonalidad particular a las producciones de varias literaturas».[9] De este modo, la literatura comparada se convierte en una historia ordenada de repertorios. La acusación temprana de Croce, contra esta investigación de fuentes y no de causas resulta de una clarividencia contundente, porque desde este punto de vista «la literatura comparada […] examina únicamente la tradición literaria y descuida los elementos sociales que tienen igual e incluso mayor importancia en la génesis de la obra».[10] Sloterdijk lo dirá de otra manera: «Todo indica que los archiveros y los archivistas han asumido la sucesión de los humanistas».[11]
La preponderancia que irá adquiriendo la universidad en el debate sobre el humanismo, y la reacción temprana de los críticos ante el modernismo literario, cristalizará en el humanismo elitista de la academia norteamericana. Como dice Said,
La teoría que presidió los departamentos de humanidades hasta que provocó los ataques y los rechazos de la revolución antihumanista de las décadas de 1960 y 1970 se vio poderosamente influida por T.S. Eliot y, posteriormente por los Southern Agrarians y por los nuevos críticos: su tesis principal consistía en que el humanismo era una conquista especial que exigía el cultivo o la lectura de determinados textos difíciles y , en ese proceso, el abandono de determinadas cosas, como la diversión, el placer, la relevancia de las circunstancias mundanas, etcétera.[12]
Pero, a pesar de la impugnación del estructuralismo, este humanismo antimodernista permaneció anclado en la academia con la figura de Harold Bloom y su humanismo canónico. La New criticism, su antagonista, fue el nombre que adoptó el estructuralismo en los Estados Unidos. La preocupación de los nuevos críticos fue delimitar el campo de estudio de la literatura como disciplina independiente. Para esto, esbozaron una definición restrictiva de su alcance dado que «[e]l estudio de todo lo relacionado con la historia de la civilización desborda realmente los estudios estrictamente literarios […] Identificar la literatura con la historia de la civilización equivale a negar el campo y métodos propios de los estudios literarios».[13] Desde su palco al otro lado del Atlántico, los estudiosos de la literatura vieron como se producía el ocaso de los maestros hermenéuticos y su desarraigo o exilio en medio del escenario de la Guerra fría. Por eso Wellek, en 1958, puede proclamar el fin de la disciplina comparatista:
La literatura comparada surgió como una reacción contra el estrecho nacionalismo de la mayor parte de la investigación del siglo XIX […] A menudo fue cultivada por hombres que se situaron a sí mismos en los caminos cruzados de dos naciones o, al menos, en las fronteras de una. […] Pero este genuino deseo de servir de mediadora y conciliadora entre las naciones fue a menudo sobrepasado y deformado por el vehemente nacionalismo de la época y las circunstancias.[14]
La respuesta a este autotelismo de los estudios literarios encuentra un correlato mayor en el proyecto de destronamiento de las ciencias humanas llevado a cabo por los filósofos y pensadores estructuralistas franceses, y en primer lugar por Foucault. Al colocar a la humanidades en una posición incierta dentro de su triedro de los saberes, debido al acontecimiento que representó en la episteme occidental moderna la adjudicación como objeto de estudio del «hombre en lo que tiene de empírico», y definirla como un conjunto de discursos sin método propio, la condenó a ser un auxiliar de las otras tres aristas de su formulación epistemológica: las ciencias deductivas, las ciencias empíricas y la reflexión filosófica.[15]
Sin embargo, el giro hermenéutico, impulsado por Heidegger, quien reconoció tempranamente que el nuevo humanismo de Baldensperger, «se basa[ba] en una metafísica»[16] y que era justamente el responsable indirecto de los fascismos europeos[17], parecio revitalizar la herencia de los grandes maestros. En efecto, la hermenéutica de la facticidad de Heidegger, revelaba que «quien conoce […] no es un sujeto universal y absoluto, ahistórico, tal como se lo pensó tradicionalmente, sino un ser finito –Daseín, “ser-ahí”- situado, sujeto a condiciones específicas –económicas, sociales y culturales en general […] como un hecho (factum) con el que se encuentra, sin habérsele permitido otra opción».[18] En ese sentido, las categorías abstractas de la teoría literaria, disociadas del estudio histórico de la cultura se descubren como una especie de solipsismo hermenéutico. La falta de preocupación por los problemas de la traducción y la creencia inconsciente en la trasparencia del lenguaje han producido esa paradoja, notada por Steiner, en el terreno anglosajón: «el status del inglés como lengua planetaria, como el único esperanto en funciones de la ciencia, el comercio y las finanzas, ha aislado más a Inglaterra [y por extensión a EE.UU.], separándola de la herencia latina y germánica del continente europeo».[19]
Ante un escenario de este tipo, en el que «[e]l tema latente del humanismo es, pues, la domesticación del hombre» y «su tesis latente: una lectura adecuada amansa»[20], como dice polémicamente Sloterdijk, y en la que sus implicaciones reivindicativas buscan ser «dicho en el lenguaje de la antigua magia europea: una actio in distans»[21]de los nuevos sistemas de colonización imperialista, en los que como en otros tiempos «cabria definir a los hombres […] como aquellos animales de los cuales unos leen y saben escribir, y otros no»[22], conviene repensar la labor de la literatura comparada y su reedificación dentro de otro modelo de humanismo, uno impugnador como el propuesto por Said, para quien
el humanismo no es un modo de consolidar y afirmar lo que «nosotros» siempre hemos sabido y sentido, sino más bien un medio para cuestionar, impugnar y reformular gran parte de lo que se nos presenta como certezas ya mercantilizadas, envasadas, incontrovertibles y acríticamente codificadas, incluyendo las contenidas en las obras maestras agrupadas bajo la rúbrica de «clásicos».[23]



[1] Auerbach, Erich. «Filología de la literatura universal». En: Teorías literarias del siglo XX. Una antología. Cuesta Abad, José Manuel [y] Julián Jiménez Heffernan (eds.), Madrid, Akal Ediciones, 2005, p. 810.
[2] Ibídem., p. 815.
[3] Ibídem., p. 818.
[4] Texte, Joseph. «Los estudios de literatura comparada en el extranjero y en Francia» En: Literatura comparada: principios y métodos. Vega, María Jose [y] Neus Carbonell, Madrid, Gredos, 1988, p. 24.
[5] Gayley, C. M. «¿Qué es la literatura comparada?» En: Literatura comparada: principios y métodos. Vega, María Jose [y] Neus Carbonell, Madrid, Gredos, 1988, p. 36.
[6] Ibídem., p. 37. Subrayado nuestro.
[7] Baldensperger, Fernand. «Literatura comparada: la palabra y la cosa». En: Literatura comparada: principios y métodos. Vega, María Jose [y] Neus Carbonell, Madrid, Gredos, 1988, p. 56.
[8] Ibídem., p. 62.
[9] Tieghem, Paul Van. «La literatura general». En: Literatura comparada: principios y métodos. Vega, María Jose [y] Neus Carbonell, Madrid, Gredos, 1988, p. 64.
[10] Croce, Benedetto «La literatura comparada». En: Literatura comparada: principios y métodos. Vega, María Jose [y] Neus Carbonell, Madrid, Gredos, 1988, p. 34.
[11] Sloterdijk, Peter. Normas para el parque humano. Madrid, Siruela, 2006, p. 85.
[12] Said, Edward W. Humanismo y crítica democrática. La responsabilidad de escritores e intelectuales. Barcelona, Debate, 2006, pp. 36-7.
[13] Wellek, René [y] Austin Warren. Teoría literaria. Madrid, Gredos, 1981, p. 25.
[14] Wellek, René. «La crisis de la literatura comparada». En: Conceptos de crítica literaria. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1968, p. 215.
[15] Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. México, Siglo XXI, 1968. Ver el cápitulo X, pp. 336-337: «Las ciencias humanas»: Es necesario representarse más bien el dominio de la episteme moderna como un espacio voluminoso y abierto de acuerdo con tres dimensiones. Sobre una de ellas se colocarían las ciencias matemáticas y físicas, para las cuales el orden es siempre un encadenamiento deductivo y lineal de proposiciones evidentes o comprobadas; en otra dimensión, estarían las ciencias (como las del lenguaje, de la vida, de la producción y de la distribución de las riquezas) que proceden a poner en relación elementos discontinuos pero análogos de tal modo que pueden establecer entre ellos relaciones causales y constantes. […] En cuanto a la tercera dimensión, se trataría de la reflexión filosófica que se desarrolla como pensamiento de lo Mismo […] Las ciencias humanas están excluidas de este triedro epistemológico. […] Pero de igual manera puede decirse que están incluidas en él, ya es en el intersticio de esos saberes […] donde encuentran su lugar».
[16] Heidegger, Martin. Carta sobre el Humanismo. Madrid, Alianza Editorial, 2001, p. 24.
[17] Ibídem, p. 36: «Todo nacionalismo es, metafísicamente, un antropologismo y, como tal, un subjetivismo. El nacionalismo no es superado por el mero internacionalismo, sino que simplemente se amplía y se eleva a sistema».
[18] Moralejo, Enrique. «La problemática de las humanidades y la hermenéutica». En: La posciencia. El conociemtno científico en las postrimerías de la modernidad, Esther Díaz (editora). Buenos Aires, Editorial Biblos, 2000, p. 262.
[19] Steiner, George. «¿Qué es literatura comparada?». En: Pasión intacta. Ensayos 1978-1995. Madrid, Siruela, 1997, p. 144.
[20] Sloterdijk, Peter. Op. cit., p. 32.
[21] Ibídem., p. 23.
[22] Ibídem., p. 69.
[23] Said, Edward W. Op. cit., p. 49.
Nota: Agradezco las correcciones del profesor Javier Morales Mena por las fallas de estilo. En cierto sentido, el artículo peca de fragmentario debido a la ordenación cronológica que persigue. Por otro lado, se acerca a los cuestionamientos del llamado "poshumanismo".


domingo, 18 de septiembre de 2011

Análisis del poema «Oh Hada Cibernética» de Carlos G. Belli (Dentro & Fuera, 1960)

1 Oh Hada Cibernética

2 cuándo harás que los huesos de mis manos

3 se muevan alegremente

4 para escribir al fin lo que yo desee

5 a la hora que me venga en gana

6 y los encajes de mis órganos secretos

7 tengan facciones sosegadas

8 en las últimas horas del día

9 mientras la sangre circule como un bálsamo a lo largo de mi cuerpo


I.- Segmentación textual

- Primer segmento (del verso 1 al 5): Petición del locutor para ejercer libremente la escritura.

- Segundo segmento (del verso 6 al verso 9): Deseo del locutor por alcanzar el reposo corporal.

En cuanto a la progresión temática, se trata de dos peticiones con el fin de alcanzar la libertad (exterior) y la paz (interior); ambas dirigidas a una misma entidad, unidas por una conjunción copulativa (v: 6: y).

II.- Campos figurativos

- Metáfora:

* Metáfora adverbial (v. 3): alegremente por libremente. Implica una personificación de dedos.

* Metáfora nominal (v. 6): encajes por entrañas.

* Metáfora adjetival (v. 6): secretos por interiores.

* Personificación (v. 6-7): órganos secretos / tengan facciones sosegadas.

* Símil (v. 9): la sangre circule como un bálsamo. Conversión de la sangre en medicamento.

- Sinécdoque:

* Parte en vez de todo (v. 2): huesos por dedos.

- Antítesis:

* Oxímoron (v. 1): Hada Cibernética. Contradicción entre sustantivo y adjetivo calificativo.

III.- Interlocutores

- Locutor personaje (v. 4; 9): yo desee; mi cuerpo. Un yo que pide lo que desea. Se trata de un personaje metonímico porque está construido a partir del recipiente (cuerpo) por el contenido (subjetividad).

- Alocutario representado (v. 1): Oh Hada Cibernética. Alocución a un personaje que parece dotado con el poder para cumplir los deseos del locutor. Se trata de un personaje antitético (imposible por la contradicción).

Sin embargo, no existe tensión dialógica porque el discurso del locutor personaje adopta la forma de una invocación retórica (v. 2: cuándo harás), por lo que se acerca más a una especie de diálogo interiorizado (soliloquio).

IV.- Cosmovisión

- Visión del mundo: Se nos presenta al locutor/poeta como un ser prisionero de la rutina e incapaz de ejercer su liberta personal mientras está condenado a la descomposición de sus facultades físicas.

- Proyecto poético-narrativo: Existe una tensión estilística entre la oralidad (v. 5: a la hora que me venga en gana) y el lenguaje culto (v. 6: los encajes de mis órganos secretos). La misma que se observa a lo largo de la producción poética de sus primeros poemarios, en la dicotomía modernidad léxica/formas tradicionales.

V.- Análisis interdiscursivo

Con el poema «¡Oh Hada Cibernética!» del poemario homónimo de 1962.

- Segmentación textual: Similitud en la progresión temática. Una primera parte (v. 1-6) dedicada a apartar «los hórridos oficios humanos», probablemente, los trabajos mecánicos y burocráticos; y una segunda (v. 7-13), a evitar la corrupción del cuerpo.

- Campos figurativos: Mayor preponderancia del campo de la antítesis (oxímoron en la primera sección; hipérbaton y antítesis, en la segunda), Aunque en un segundo lugar, persiste el campo figurativo de la metáfora (adjetivales, verbales; y una alegoría del trabajo asalariado como «infierno»).

- Interlocutores: En este caso se trata también de un locutor-personaje, pero colectivo (v. 1; 10: ya líbranos; nuestro cuerpo) por lo que es un personaje sinecdótico; y de un alocutario representado, del que se precisa más pero sin dejar de ser contradictorio o imposible (v. 2: eléctrico seso) por lo que es también un personaje antitético. Hay tensión dialógica porque en lugar de tratarse de una invocación se trata de un reclamo.

- Cosmovisión: La fatalidad como agente de la explotación/esclavitud y de la descomposición del locutor se concretiza en un culpable signado por lo extranjero (v. 12): los amos no ingas. Lo que justifica el tono acusador e imperativo (entre signos de exclamación) del título del poema que lo distingue del que analizamos con mayor extensión.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Denuncia pública

El día de ayer, miércoles 14 de setiembre, a las 21:13 horas, fui interceptado por la estudiante de literatura de la UNMSM Carmen Jhoana Díaz Atilano (Base 2008) en el segundo piso de la Facultad de Letras y CC.HH., específicamente, en la puerta del salón 2B, a la salida del curso Poesía Hispanoamericana Contemporánea, dictado por el profesor Camilo Fernández Cozman. Una semana antes, había sido abordado de manera similar por la misma persona, quien me imputaba el hurto de un teléfono móvil de su propiedad acaecido, según sus propias declaraciones, en el segundo semestre del año pasado. En esta ocasión, la alumna Díaz volvió a acusarme de ser el responsable directo o indirecto de dicha perdida. En todo momento, yo traté de concluir la conversación, dado que dichas imputaciones son erróneas y, además de carecer de cualquier prueba concreta de mi culpabilidad, están sostenidas por conjeturas inverosímiles. Consciente de lo inútil de plantear mi defensa, descendí hacia el primer piso por las escaleras ubicadas al frente de los servicios higiénicos, para salir por la entrada principal de la facultad. Me dirigí en línea recta hacia la salida de la Puerta Nº 3 de la universidad por la vereda que bordea un lado del Bosque de Letras. Durante todo este trayecto, fui escoltado por la alumna Díaz, con la cual mantuve un diálogo en los términos ya expuestos. Antes de salir de la universidad me percaté de una pequeña aglomeración de gente alrededor de una de las columnas que dividen las rejas de dicha puerta. Cuando me acerqué, leí un comunicado que informaba sobre la suspensión de clases desde el día viernes 16 al domingo 18 de setiembre. La alumna Díaz permaneció cerca de mí, mientras yo intercambiaba un par de palabras con el alumno de literatura Giancarlo Sevillano (Base 2008), quien fue testigo de su presencia próxima en dicho lugar. Inmediatamente, intenté emprender el camino al paradero ubicado en la Av. Venezuela, pero la alumna Díaz me obstruyó el paso. La conversación forzada se prolongó por unos 30 minutos. Durante su desarrollo, dicha alumna continúo acusándome de lo mismo; y en un punto determinado me arrebató los lentes de carey negro que tenía puestos. Aproximadamente, a las 21:50 horas, un individuo de estatura baja, complexión media, con gorra, casaca oscura y jeans, cruzó la pista de la Av. Universitaria desde el paradero de enfrente y se dirigió hacia donde nos encontrábamos hablando la alumna Díaz y yo. Una vez delante de mi persona, dicho señor, a quién reconocí como el padre de mi interlocutora, me sujetó del cuello de la chompa y me empujó hasta uno de los lados del muro perimétrico de la universidad con el fin de salir del campo visual de los guardianes de la Puerta Nº 3. Allí, comenzó a lanzarme una serie de improperios y amenazas, ante las cuales me vi obligado a pedir en voz alta la intervención de los guardianes. La alumna Díaz, presente en la escena, se apartó al percatarse de que uno de ellos salía de la universidad y se dirigía hacia donde estaba siendo vilipendiado. Mi agresor, al notarlo, tardó unos minutos en soltarme pero me fue llevando hacia las rejas en donde había más luz. Cuando quedé libre, volteé para buscar a la alumna Díaz en vano. Sin los lentes, mi rango de visión disminuía considerablemente debido a la miopía, por lo que empecé a reclamarles a los guardias que había sido víctima de un acto casi delictivo. A la par, el padre de la alumna desaparecida conversaba con uno de ellos mientras que no cesaba de amenazarme con palabras altisonantes referidas a mi sexualidad. Su argumentación se basaba en que yo mantenía una campaña de acoso y difamación en contra de su hija desde el año pasado, y que estaba coludido con un grupo de alumnos y profesores de la facultad. Hacía referencia también a que a pesar de haber acudido a la Oficina de Bienestar Universitario de la Facultad de Letras y CC.HH., y no haber sido yo sancionado por ninguna falta; estaba dispuesto a tomar medidas penales e, incluso, apelar a la violencia física en compañía de un grupo de familiares o parientes, no sólo en mi contra, sino en la del grupo de amigos que «confabulan» conmigo. Los guardias terminaron por hacerse los desentendidos y no hicieron caso ni de mis reclamos ni de sus intimidaciones. Cuando el señor abandonó la universidad y cruzó la Av. Universitaria, me intentó atemorizarme diciéndome que no lo siguiera porque de lo contrario procedería a golpearme. Yo decidí seguirlo dado que buscaba recuperar mis lentes y supuse que se encontraría con la alumna Díaz en las inmediaciones. Debido a que no podía apartarme demasiado de él porque lo podía perder de vista, escuché los improperios dirigidos a mi persona que se sucedieron de forma interrumpida. En todo momento, busqué entablar un dialogo con dicho individuo, pero noté en los 10 minutos de persecución que resultaba demasiado riesgoso. A las 22:10 horas llegamos al paradero ubicado en la Av. Venezuela. El agresor sacó su celular por lo que pensé se comunicaría con la portadora de mis lentes. A los 5 minutos de espera, tomó una custer y se fue. En ese momento, yo hice lo mismo con dirección a mi domicilio.

Descargo: A pesar de que yo salí con la alumna Díaz entre diciembre de 2009 y abril de 2010, no he vuelto desde esa fecha a entablar una conversación de forma personal y privada con ella, salvó las últimas que he reseñado. Por otro lado, las acusaciones de acoso que dicha alumna me imputó en el segundo semestre del año pasado 2010-II, fueron revisadas por un grupo de asistentas sociales y psicólogas de la Facultad de Letras y CC.HH. siendo el resultado la firma de un documento por el cual ninguno de los dos realizaría acciones en adelante que afecten el desempeño académico y afectivo de la otra persona. Su padre estuvo presente en la firma de dicha «acta». Pues bien, debido a todo lo anterior me veré obligado a presentar los cargos correspondientes ante los órganos respectivos de la facultad, en contra la alumna Carmen Jhoana Díaz Atilano, solicitando no solo la devolución íntegra de mi bien, sino también la toma de las medidas pertinentes a favor de preservar mi salud mental y física dentro de las instalaciones de la universidad.

Me resulta penoso tener que narrar los eventos acontecidos en la noche de la víspera de mi onomástico pero no puedo quedarme con los brazos cruzados ante una atropello de semejante naturaleza, dado que no solo perjudica mi desempeño académico, sino que también representa una falta grave de los miembros de seguridad de la universidad, pero sobre todo, porque el silencio al respecto sería, una vez más, un acto de complicidad a favor de la impunidad y la violencia.

Nota del 16/09/2011: El día de ayer al mediodía, jueves 15 de setiembre, presente una carta en Mesa de partes dirigida al decano de la Facultad de Letras y CC.HH., doctor Marco Martos Carrera, que reproducía, casi sin mayor variación, el texto anterior. El documento es el Nº 007216. En la tarde del mismo día a las 16:50 horas, ante la señora Mirtha (no recuerdo su apellido) de la Secretaría Académica, la alumna Díaz admitió que tiene bajo su poder mis lentes y se negó a devolverlos; además justificó los actos violentos que su padre realizó en contra de mi persona, por lo que se ha programado una citación para el día lunes 19 de setiembre, a las 11:00 horas, con el Secretario Académico de la facultad, el profesor Édgar Álvarez, con el fin de solucionar esta penosa situación. Me presentaré decidido con el más firme propósito de defenderme en el tono que he juzgado desde siempre como el más efectivo: el ecuménico.

Nota del 19/09/2011: He identificado a mi agresor. Su nombre es Fernán Díaz Soto. Por otro lado, agradezco al señor Galindo, jefe de la guardia de la universidad, por brindarme los nombres de los vigilantes que hicieron el turno de la tarde del día 14/09 en la Puerta Nº 3, los señores Jorge Casaverde Arteaga y Carlo Herrera Castañón, testigos de los hechos. Por último, la alumna Díaz no se presentó en la mañana de hoy a la cita con el profesor Édgar Álvarez, con lo que dejó en claro que es ella la que está eludiendo toda posibilidad de diálogo. He decidido continuar hasta el final con este asunto, dado que nadie tiene el derecho a cometer un acto de este tipo con otra persona. Con la ayuda de mi padre espero encontrar los antecedentes de este señor, que sospecho agravaran su situación actual. Por otro lado, he exigido una evaluación psicológica para la alumna Díaz. Los lentes ahora son lo de menos. Y las amenazas de romeos trasnochados como las del alumno Luis Carlos Silva, también.

Nota del 21/09/2011: El día de ayer, martes 20 de setiembre a las 18:32 horas, cuando me dirigía a la puerta del salón 2B ubicado en el segundo piso de la facultad, fui abordado por el estudiante Luis Carlos Silva (Base 2008) quien intento agredirme con el puño en alto abalanzándose sobre mi. Debido a una rápida reacción, logré esquivarlo y evitar el golpe, por lo que el agresor trastabilló e impactó contra una de las puertas de los salones ubicados en dicho pasillo. El alumno Giancarlo Sevillano logró retenerlo y así pude ponerme a salvo. Inmediatamente, se acercó una profesora de la Escuela Académico Profesional de Comunicación Social, quien presenció el hecho, junto con el alumno Gustavo Zubieta (Base 2008) de la Escuela Académico Profesional de Filosofía y otras personas más. La profesora mandó llamar al encargado de seguridad de la facultad, el señor Javier Chumpitaz, ante los cuales, el alumno Silva reconoció que había cometido la agresión en mi contra de manera personal y voluntaria. Me acusaba de continuar «acosando» a la alumna Carmen Jhoana Díaz Atilano. Yo le expliqué que dicha alumna mantenía un proceso ante las autoridades de la facultad por los incidentes acaecidos la semana anterior debido al hurto de unos lentes de mi propiedad. El alumno Silva no comprendió mis argumentos y continuó en tono desafiante increpándome las mismas acusaciones.

A las 18:47 horas, acompañado por el señor Chumpitaz y los alumnos Zubieta y José Cárdenas Jara (Base 2008) fui a la mesa de Informes del primer piso y ante el señor Raúl del Valle se anotó mi queja en el Cuaderno de ocurrencias. Además, el alumno Jara certificó como testigo que había sido amenazado previamente a las 17:00 horas en el pasillo del primer piso por el alumno Silva.

Ante este panorama de inseguridad y desgobierno que parece imperar en la facultad, me veré obligado a solicitar las garantías del caso para mi persona y la sanción que corresponde para el agresor, por tratarse de una falta grave que no puede ser tolerada en un claustro universitario.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Un objeto polimorfo: La función de la angustia en "El Innombrable" de Samuel Beckett


Este no pretende ser un trabajo crítico. Pero tampoco una disertación con el vaso en la mano sobre la mesa de algún bar. Digamos que es un pequeño ensayo. Ensayo de hermenéutica aplicada, en la línea de Gadamer y compañía.

Un par de meses atrás, cayó en mi poder un libro cuya lectura emprendí con morosidad. El motivo fue doble: la escasez de tiempo y la dificultad del texto. Era una novela corta de Samuel Beckett titulada atractivamente El Innombrable. De este escritor irlandés solo había leído su conocida pieza teatral Esperando a Godot, publicada en 1952, y había asistido a no se qué serie de conferencias sobre su obra, hacía varios años, en el Británico de Miraflores. Mi curiosidad por el libro aumentó cuando, ya en mi poder, me enteré por el prólogo de Frederick Karl, incluido en la edición española de Orbis de 1985, que la novela también había sido publicada por la misma editorial parisina que publicara la pieza teatral (Les Editions de Minuit), justo un año después, en 1953. Inmediatamente supuse que nuestro autor, como Conrad pero al revés, había escrito en francés todas sus obras a pesar de no ser esta su primera lengua. Me equivocaba.

Al parecer Beckett sufrió una «revelación» en los muelles de Dublín en 1945 como reacción al fantasma que James Joyce proyectaba en los escritores de su generación. Dicho cambio implicaría un viraje continental de su pensamiento, tal como lo señala Karl:
En filosofía rechazaría de plano el racionalismo y la lógica ingleses a favor de la división cartesiana entre cuerpo y alma. Y en literatura, se encuentra más próximo a Proust, Céline, Sartre, Camus y Ionesco, así como a escritores experimentalistas como Robbe-Grillet y Nathalie Sarraute, que a los novelistas ingleses de los últimos cien años (p. 6).

A lo que podríamos agregar este dato de Wikipedia: «Según Radomir Konstantinovic, uno de sus amigos íntimos, el olvido era para Beckett lo que la memoria para Proust». El quiebre es patente en su producción narrativa; de las ocho novelas que concibió, tres fueron escritas en inglés (Dream of Fair to Middling Women [1932], Murphy [1938] y Watt [1953]) y cinco en francés (Mercier and Camier [1946], Molloy [1951], Malone meurt [1952], L`Innommable [1953] y Comment c’est [1961]). Comentar cada una de ellas resultaría extremadamente tedioso, por lo que recomiendo el prólogo citado. Sin embargo, vale la pena agregar que Mercier and Camier anticipa en mucho el Esperando a Godot, ya que, a decir de Karl, sus «obras teatrales en sí […] no son más que fragmentos de las novelas, episodios inmersos en un contexto más amplio» (p. 7). Por otro lado, Molloy, Malone meurt y la novela que motiva este ensayo forman parte de lo que se ha dado en llamar su «trilogía de la posguerra». Apuntaré para finalizar que el motivo de dicho cambio de lengua fue estilístico. Para Beckett, el francés permitía una prosa más impersonal. En el desarrollo progresivo de los tres libros se van depurando los recursos expresivos del autor hasta conseguir la despersonalización del discurso en el que, en términos reseñados por José Ángel García Landa («El centro ausente», artículo fácil de encontrar en Internet), «[e]l narrador ya no quiere contarnos sus aventuras, como Molloy o Moran [personajes de las novelas anteriores], o inventar ficciones que nos alejen de su situación […] Tenemos un narrador químicamente puro que, sin embargo, narra bien poco». Así,

El Innombrable es incapaz de orientarse, estando todo su monólogo encaminado a adjudicarse nombre, lugar y tiempo […] La palabrería y el silencio forman los nódulos gemelos de su conducta […] Palabras descorporeizadas identifican al Innombrable pero, irónicamente, no existe palabra para su nombre (Karl, p. 32).

Una alternativa al nihilismo y pesimismo con el que ha sido identificada la obra me la brinda esta cita. La clave puede ser la búsqueda del nombre propio. Una búsqueda sustractiva y mística del múltiple minimal, en términos de Badiou, del nombre de Dios/Autor-del-texto, como el emprendido por el Islam, mediante la lista de los 99 «nombres más hermosos» o Al-Asmā' al-Husnà, siendo el número cien: el desconocido, el verdadero.

En fin, y sea como sea, el texto en cuestión atrae por otra cosa; su modo de composición. Ya dije que estamos ante una obra poco extensa, aunque no especifiqué que se encuentra dividida en 17 secciones de desigual extensión. Las 16 primeras son microcapítulos que funcionan como inicios posibles, ensayos de escritura, borradores que fueron incluidos en la obra final. El último, es un tirón extenso, sin pausas, cuyos únicos signos de puntuación dividen mediante comas, dos puntos y puntos seguidos, extensos periodos sintácticos, muchas veces enrevesados e inconexos, de un discurso compacto y fatigante en el aspecto visual, que se presenta como un muro de letras impenetrable y duro: la verborrea de un ser que anhela el silencio sin poderse callar.

Hasta este punto todo bien. De aquí en adelante voy a hacer trampa. Me voy a guardar de contarles la estructura interna de la obra para esbozar mi marco metodológico. Luego «hackearé» la novela de Beckett con mis premisas en un afán por intrumentalizar ciertas categorías que han rondado por mi cabeza desde que me volví medio lacaniano.

[En la primera mitad del año 1963, Lacan terminó de dictar un seminario, el X, dedicado a la angustia freudiana. El texto, establecido por su discípulo Jacques-Alain Miller, esta dividido en cuatro partes. La epigonal, titulada «Las cinco formas del objeto a», reúne lecciones que desde mi punto de vista resultan de un incalculable valor teórico y aplicativo. En resumen, Lacan plantea que los estadios determinados por Freud: oral, anal y genital; estaban incompletos y debían ser superados por otros dos: el escópico (o visual) y el auditivo/vocal (que es y no es lo mismo que el oral). Conviene explicar dos puntos más: la relación entre objeto a y síntoma; y entre objeto a y deseo. El objeto a es causa del síntoma y el síntoma es resultado del objeto a; por lo tanto, su relación es de implicación y advenimiento, respectivamente. En cambio, siendo el objeto a causa del deseo, este es un efecto, un «efecto no efectuado» en tanto posible; entre ambos hay una hiancia, un corte, dado que el objeto a es siempre «falto de efecto». Bueno, conectaré estos conceptos de forma más esquemática conforme detalle la novela, a modo tanto de lectura como de excusa].

El Innombrable relativiza con su discurso toda categoría que entra en él. En ese sentido, nos plantea una narración autodiegética que se desconstruye conforme avanza de forma infinita. El efecto es un «borramiento» de las huellas de la escritura, dando la sensación de que la obra se escribe a sí misma. Las descripciones son casi inexistentes. La acción también. El protagonismo del discurso hace que predominé una indeterminación de los estados de los objetos del universo representado. Estamos ante un mundo ficcional que cognitiva y axiológicamente nos está velado. Pero, a pesar de que las condiciones de enunciación dificultan la validez de las aseveraciones, debemos resignarnos a tomarlas en cuenta como posibles estados de cosas. Bajo estas premisas son notorios los segmentos en los cuales el discurso parece estabilizarse alrededor de núcleos no ausentes de vaguedad. Estos núcleos son cinco:

1) Mahood: Personaje que aparece como una máscara adoptada por el narrador, pero que a la vez es interlocutor y es doble. En términos psicoanalíticos, trabaja su subjetividad en el Estadio oral, en función de una «necesidad del Otro» (dependencia materna), conectada al uso de las estrategias discursivas del lenguaje novelístico tradicional, cuyo objeto a sería el «seno», la protuberancia ubicada fuera de uno, y cargada con el deseo de separación. Salida del gran Otro.

2) Hombre sentado en la silla: rígido, con las manos sobre los muslos, las piernas juntas y la espalda recta representa una constricción del soporte de la enunciación en el Estadio anal, signado por una «demanda en el Otro» (educativo/correctiva). El objeto «excrementicio» está vinculado con el deseo de retener el discurso.

3) Hombre sin extremidades: guardado en un cilindro, y conservando únicamente la cabeza y el pene, su relación con Teresa (?), una mujer que lo alimenta y lo cubre de la lluvia con una lona, implica el Estadio genital, con el deseo de castración explicitado simbólicamente, siendo el «falo» (definido como falta/penisneid), el instrumento mediador, de contacto, con la única subjetividad que parece estar constituida desde fuera de la mente del narrador. Fin del lado progresivo de la función de Corte, punto culminante del encuentro con el pequeño otro en el «goce en el Otro».

4) Ojo sin párpado: unificación en el Estadio escópico, correlativo de 2 («de lo anal a lo ideal»), el objeto «ojo» presentado sin alegorización, directamente, con el deseo de no ver (fantasear), la posesión contemplativa del Ideal mediante la «potencia en el Otro».

5) Worm: que anuncia una «voz» propia a través de la escucha de la de Dios/Ley, figura ya el Estadio auditivo (Superyó). El deseo del Padre como reintegración del deseo a su causa--> el silencio, implica el «deseo en el Otro». Correlativo de 1 («a parte del Sujeto al a parte del Otro). Fin del lado regresivo… y de la novela.

Tres citas con cursivas mías para reforzar lo que digo; la primera sobre el objeto a: «héme ahí lejos, héme ahí ausente, es su turno, es el que ni habla ni escucha, el que carece de alma y cuerpo, lo que tiene es otra cosa, debe de tener algo, debe de estar en algún sitio, está hecho de silencio, he aquí un bonito análisis» (p. 190); la segunda, referente a la sustracción de la cuenta-por-uno: «el fin de cuentas, es el fin, el fin de la cuenta, es el silencio» (p. 184); la tercera, sobre la función del marco (del lenguaje) como puerta:

es menester seguir, voy pues a seguir, hay que decir palabras, mientras las haya, hay que decirlas, hasta que me encuentren, hasta que me digan, extraño castigo, extraña falta […] quizá me llevaron hasta el umbral de mi historia, ante la puerta que da a mi historia, esto me sorprendería, si da, seré yo, será el silencio, allí donde estoy, no sé, no lo sabré nunca, en el silencio no se sabe, hay que seguir, voy a seguir (p. 192).

La amputación progresiva termina con la salida de la voz del libro, la superación del lenguaje escrito. Después de una serie interminable de acting outs, que parten como toda escritura, de la necesidad del Otro, y que son una demostración de la falta, hechos de un lugar no causal, y por lo tanto, productos no justificados por el devenir biográfico, como las obras literarias; se insinúa el pasaje al acto, el «dejarse caer» (de la escena al mundo) del Sujeto. Entonces, se revela el deseo de la escritura como parte de la Función de la angustia, señal de peligro vital, su causa verdadera; y el sujeto, su fuente.

Dejaré pues, también en el umbral de mi texto, que aquel sujeto sea una vez más, fuente productiva de otro angustiado y muy agradecido lector:

Cada palabra es como una innecesaria mancha en el silencio y en la nada.
Samuel Beckett.

viernes, 9 de septiembre de 2011