son tantas pero tantas las mujeres que me gustan que no puedo evitar expectorar uno que otro suspiro mientras escribo esto a las reinas a las putas a las esclavas y a las santas a las que te miran sin mirar y que no tienen ningún resentimiento al hablar a las que solo botan quejidos y aullidos frenéticos mientras se contorsionan a las que tienen los ojos almendrados a las de ojos como aceituna que reflejan en la pupila todo gesto obsceno a los gusanos de seda que atraviesan los contornos aterciopelados de sus siluetas apetitosas a los tragos que he tomado para escribir esto a la gente que he conocido esta noche sin conocer de veras a las rojas pasiones de los enfermos de sida a las prendas prendidas de los tendederos a los lamparones de los tísicos a los mayos a las primaveras y a las navidades al Dios de los ateos al dios de los Cristianos a los cinco segundos que dura toda orquídea a las cotas de malla de los corazones a las visiones morbosas a los golpes de pecho a los tantos por ciento a los sueros que erosionan las esperanzas a las fiebres que enferman hasta a los extranjeros a lo extranjero que me siento al lado de las mujeres que me gustan que amo que odio y que entiendo que entiendo que amo y que he dejado de odiar a fuerza de verlas tanto pero tanto que no puedo evitar el expectorar... el expectorar el sorber sus cadenciosas volutas y uno se pregunta que hace aquí solo perdido sin respirar ahogado entre teclas que nos recuerdan lo distante del contacto de la caricia de la pasión y uno extraña extraña el vientre amplio los cabellos lacios y los ojos cercanos uno extraña y sufre en secreto como sufren los que no tienen oídos porque nadie los escucha porque nadie les responde y mi llamado va para ti que tampoco me escuchas y que nos tenga cuidado el pecado el pecado que peca de irreal de solemne de esquematico de subnormal y llorar y verla morir y llorar y verla morir y no llorar y no llorar y salud compadre hermano de mi triste alma melancólico boyero de unos animales enfermos como mi salud como la que te regalé con la palabra oh la palabra y que mejor que callarse y suplicar a la luna que nos muestre su otra cara la oscura la natural la que en las noches de verdadera luna se siente morir la que nos mira tocarnos en silencio en delirio con la punta del metal sobre la lengua y con la punta de la lengua sobre el cristal y con el cristal que atraviesa el metal de tu lengua desnuda una gaviota la de los rusos la de los maricas la de los travestis y ojalá tenga el valor y ojalá sea un sombrero uno redondo para tapar todo indicio de imperfección y decir así sin más que tienes la frente que siempre he soñado los ojos a los que jamás he resistido la piel que me atrae hacia el centro del universo el anima motrix de todo lo creado y vivir y dejar vivir y vivir para abolir el tiempo un tiempo innecesario como esta larga entrada que no serviría para nada si tuviera más y más y más... de esa bella locura que marca toda oscuridad
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1 comentario:
Necesitaba preguntar algo, y ya lo hice, y creo que en la pregunta a la vez había una búsqueda de aquél detalle que me faltaba para terminar de darle sentido a esto que cuentas aquí. Ahora me resulta mucho más claro.
Te imagino llegando a casa, cansado y quizás derrumbado, con ganas de vomitar eso que sientes. Frente a esta misma luz y ahogado entre las letras, lanzaste un único ataque, y con él bastó para expulsarlo todo, así de golpe, así sin pausas que sólo habrían conseguido arruinarte la obra, así sincero y así insinuante pero directo, con suficientes pistas para la persona indicada. La persona indicada. Cuál persona te habrá empujado a escribir esto, o cuál motivo de aquella que no te escucha, o aquéllas, porque son tantas, y de aquellas tantas estoy seguro reconocer a más de una, al menos a simple vista.
El problema con los "otros asuntos" es que casi siempre se nos escapan de las manos y cuando pretendemos controlarlos ya es demasiado tarde.
Saludos, Signorello.
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