Primero debes separar un día de la semana.
Luego, calza un par de botas de caucho, enciende el carro
que se empolva en el garaje y maneja rumbo al mar.
Cuando estés en la orilla, observa las aguas en silencio.
(Solo el silencio atrae a los peces).
Apenas veas uno, zambúllete con las manos extendidas hacia
adelante.
Sonríe. Eres un hombre honrado que trabaja para obtener su
pan.
Vuelve a casa. Detente en mitad de la carretera y compra un
cuchillo de acero con el borde muy afilado.
Extiende el pescado sobre una tabla de madera, coloca una de
tus manos encima y pasa la hoja por la línea que divide su vientre en dos
pedazos.
Deja el cuchillo ensangrentado a un lado y extrae las vísceras
con delicadeza.
Sé tierno.
Sumerge los restos del animal muerto en un recipiente con
agua y purifícalos como si fueran los de un bebé abortado.
Vierte aceita en una sartén y ponla en el fuego.
Arroja el cadáver con pena. Escucha el sonido de la carne
crepitando bajo la tapa de vidrio.
Espera. (Seguro te sentirás mal).
Saca la fritura con la espátula y sírvela en un plato
blanco.
Prepara la mesa.
Siéntate.
Míralo.
Ten nauseas.
Vuélvelo a mirar.
Vuélvelo a mirar.
Cubre su cuerpo con una servilleta de tela.
Sal de la casa.
Vomita.
Vomita.
Busca un árbol.
Ya sabes cómo terminar.
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