Si me hubieras mirado, me habrías amado.
Sé
que me habrías amado, y el misterio
del
amor es más profundo que el misterio de la muerte.
Oscar Wilde
¿Confías en ti? Porque si no
lo haces más te vale no intentarlo. Sería un error. Como arrojarte de cabeza a un
pozo negro. Muy negro.
Y si se queja. Y si se amarga
como un fruto demasiado maduro por tu culpa. Y si se lo comen las moscas y de
sus poros brotan gusanos apestosos. Y si te colma de ellos hasta podrirte por
dentro. Y terminas agria, enamorada de él. ¿Qué harás? Llorar. Llorarás hasta
que las lágrimas sean tan espesas que alejen de ti cualquier luz. ¿Y la verdad?
¿Te importará la verdad? ¿Te importarás tú?
Eres paciente. Piensas que tu
paciencia lo calmará. Serenidad. Solo deseas apaciguarlo. Hacer que deje de
correr. Que se siente un momento y coma algo. Que coma algo que tú hayas
preparado. Y se recueste a tu lado. Tú le dejarás hacer. Eres muy fácil. No te
resistirás. Que descubra que contigo no tiene que fingir. Que puede acariciarte
con ambas manos. Y desnudarse por completo para levantar los brazos.
Tú no le pedirás nada a
cambio. Tú no envenenas tu amor.
¿Confías en él? No. Jamás lo
hiciste. Jamás lo harás. Y sin embargo, quieres fundirte con él –¿para qué?–,
ser uno –Dios me libre–, compartir cosas –es mejor que no–, identificarte –ojalá
siempre seamos distintos–, tener un lenguaje común –ya lo tenemos: el castellano–
y, en resumen, amar a otro –eso es imposible, uno solo ama la imagen de sí
mismo que se refleja en los demás– como te ocurrió antes.
Primer error: suponer que la
incompatibilidad no es más que un estado circunstancial de la relación. Segundo
error: pensar que amar hace bien al corazón.
¿Crees en el amor?
¿A quién ama el amor? ¿Al
hombre, a la mujer, a los niños, a los ancianos, a los padres, a los hijos, a
las prostitutas, a los sátiros, a las monjas, a Dios? Ese es otro error. El
amor no tiene amor. Comparte con la gravedad esa ambigua responsabilidad de
sujetarnos a la Tierra y de arrojarnos por los acantilados.
Una paradoja. No quieres
cambiarlo. Entonces debes cambiar tú o aceptar la derrota.
(¿Estabilidad? Una vez dejaste
a alguien. Un tiempo. Lo dejaste. Una vez engañaste a alguien. Fueron tres
veces. Ella se lo merecía. Era una intrusa. Él se lo contó. Ella lo perdonó. Tú
querías que lo dejara. Tú querías que retornará a ti).
Hasta llevó a su perro a la
veterinaria. Y le presentó a sus amigos. ¿Cómo quedas tú? Otra tuvo que calmar
sus ataques. Por eso llegaba siempre temprano a casa. Por eso no quería estar
más tiempo contigo. No eran los dos trabajos. Ni la tesis. Y volverá a ocurrir.
Tú sabes que volverá a ocurrir. Disperso. Qué excusa es esa de la dispersión.
Dispersa estás tú por su
culpa.
Es su culpa que busques a
otro. Y que ese otro sea como él. Repetición. Una droga dura. Él solo se burló
de ti. En el mismo parque, hace varios años, se burló de ti.
Juré que nunca volvería
a decir que sí.
Yo te maldigo. Te maldigo a ti, a tu Asperger,
a tus galletas y a tu perro de mierda. Así como yo, no podrás desprenderte de
él. Será una piedra en tu zapato. Y de tanto cojear, perderás el rumbo, te
sentarás al borde del camino y el dolor te hará morir lejos del mar.
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