Milán fue uno de los epicentros de la renovación del arte italiano durante el siglo pasado. En 1907, llegó a la ciudad Umberto Boccioni (1886-1916) con la intención de “pintar lo nuevo, el fruto de nuestros tiempos industriales”. Durante su estancia milanesa, produjo obras notables como el paisaje impresionista Officine a Porta Romana (1910) y el futurista La città sale (1911), deudoras de los bocetos urbanos del escultor y fotógrafo Medardo Rosso (1858-1928). En estos años se creó también la Milano Films que produjo algunas obras maestras del cine mudo italiano como L’inferno (1911), dirigida por Francesco Bertolini, Giuseppe De Liguoro (1869-1944) y Adolfo Padovan (1869-1930). Otro artista afincado en la capital lombarda, desde 1919, fue Carlo Carrà (1881-1966), quien había abandonado el futurismo por la pintura metafísica como lo demuestra Le figlie di Loth del mismo año. Por su parte, el arquitecto futurista Antonio Sant’Elia (1888-1916) se imaginó una Milán del futuro en sus diseños de la Città Nuova (1914). En la orilla opuesta, el Castello Cova (1915) de Adolfo Coppedè (1871-1951) es todavía un ejemplo del neomedievalismo arquitectónico.
Bajo la sombra del fascismo, apareció el grupo Novecento (1922), formado por artistas sostenidos por la galería Pesaro. Entre los pintores, se encontraban Gian Emilio Malerba (1880-1926), Mario Sironi (1885-1961) y Leonardo Dudreville (1885-1976). Todos proponían un “retorno al orden” que oscilaba entre un clasicismo monumental y un realismo mágico. Los cuadros Maschere (1922) de Malerba, Periferie (1922) de Sironi y Amore: discorso primo (1924) de Dudreville son claros ejemplos. En arquitectura, destacó Giovanni Muzio (1893-1982), responsable de varios edificios fascistas de la ciudad como el Tempio della Vittoria (1926); el Palazzo dell’Arte (1933), construido para hospedar la Trienal de artes decorativas e industriales modernas; y la sede central de la Universidad Católica (1934). No podemos dejar de mencionar al también arquitecto, Ulisse Stacchini (1871-1947), a quien debemos el Estadio de San Siro (1926) y la Estación Central de Milán (1931), esta última en estilo Liberty.
En los años treinta, Milán se convirtió en el centro del abstraccionismo italiano, debido a las muestras de nuevos artistas en la galería Il Milione. Basta recordar obras como Paesaggio cosmico (1930) de Enrico Prampolini (1894-1956), producto de su adhesión a la aeropintura. Otro abstraccionista fue el arquitecto Atanasio Soldati (1896-1953), afín al neoplasticismo como muestran sus composizioni. Por su parte, el ítalo-argentino Lucio Fontana (1899-1968), discípulo del escultor Adolfo Wildt (1868-1931) en la Academia de Brera, fundó en Buenos Aires (1946) el espacialismo y lo exportó en Milán unos años después. Figura versátil fue el pintor y cineasta Luigi Veronesi (1908-1998), que rodó una serie de cortos que combinaban experimentalismo y publicidad. Por su parte, Bruno Munari (1907-1998), junto con Soldati, fue el fundador del Movimiento Arte Concreta (1948) y, con sus macchine inutili, un precursor del arte cinético en Italia. Asimismo, en 1938, llegó a la ciudad el pintor albanés Ibrahim Kodra (1918-2006), exponente de un cubismo bastante decorativo. De mayor trascendencia, en cambio, fue la creación del Grupo BBPR (1932), formado por los arquitectos Gian Luigi Banfi (1910-1945), Ludovico Barbiano (1909-2004), Enrico Peressutti (1908-1976) y Ernesto Rogers (1909-1969); responsable, varias décadas después, de la brutalista Torre Velasca (1961).
En la posguerra, destacó Mario Nigro (1917-1992), afiliado al MAC, cuya pintura se caracterizó por un abstraccionismo rítmico, desarrollado en su serie Spazio totale de la década del cincuenta. En 1954, llegó a la ciudad el escultor Arnaldo Pomodoro (1926-), célebre por sus sfere de bronce. Ese mismo año, comenzó su carrera el fotógrafo Ugo Mulas (1928-1973), continuador de la estética de Paolo Monti (1908-1982). Afiliado a la escuela de Fontana, en cambio, Roberto Crippa (1921-1972) utilizó la técnica del action-painting en su serie Spirali. Por su parte, el pintor Enrico Baj (1924-2003) fue impulsor del movimiento nuclear, que reflexionó sobre la amenaza atómica en obras como Lo scoppio viene da destra (1952). Emilio Scanavino (1922-1986) se acercó a la caligrafía japonesa para afirmar la autonomía estética del signo artístico. Es imposible olvidar a Piero Manzoni (1933-1963), reconocido internacionalmente por su escultura de impronta dadaísta Merda d’artista (1961). Otro artista conceptual fue Vincenzo Agnetti (1926-1981), colaborador de la revista, y luego galería, Azimut, creada por Manzoni en 1959. No podemos cerrar esta década sin mencionar la construcción de la icónica Torre Pirelli (1960), en estilo racionalista, bajo la supervisión del arquitecto Giovanni Ponti (1891-1979), principal impulsor del premio Compasso d’oro (1954), dedicado al diseño industrial y auspiciado por la tienda La Rinascente.
Los años sesenta y setenta fueron de gran efervescencia artística en la capital lombarda. De vida fugaz, el Cenobio (1962) fue un colectivo artístico que no renunció a la pintura, pero desnuda de cualquier expresionismo gestual o matérico. Entre sus miembros estuvieron Arturo Vermi (1928-1988), Angelo Verga (1933-1999), Ettore Sordini (1934-2012), Agostino Ferrari (1938-) y Ugo La Pietra (1938-). Sordini y Verga venían del movimiento nuclear y Azimut. El primero trabajó una pintura de trazos etéreos y límpidos; mientras el segundo usaba una pincelada ancha y cargada de color. La obra más conocida de Vermi son los Diari: líneas verticales trazadas paralelamente sobre papel para dar la impresión de una escritura. Por su parte, Ferrari desarrolló un alfabeto personal que unía formas geométricas a colores. El más ecléctico del grupo fue La Pietra, autor de una serie de diseños, Attrezzature urbane per la collettività (1977-9), pensados para reutilizar políticamente diversos espacios de la ciudad.
Fundamental para el arte milanés de las décadas sucesivas fue la galería Marconi, que funcionó entre 1965 y 1992. Bajo su órbita, Baj produjo una de sus obras maestras, I funerali dell’anarchico Pinelli (1972), que tomaba como modelo I funerali dell’anarchico Galli (1911) de Carrà. Lucio Del Pezzo (1933-2020), fundador del Grupo 58 de Nápoles, se caracterizó por un estilo de reminiscencias dadaístas pero revisitado desde una mirada pop, como lo demuestran sus collages tridimensionales. Otro pintor que expuso en la galería fue Valerio Adami (1935-), en su obra es evidente la preeminencia de la línea sobre el color, como en L’attentato (1971). El escultor Alik Cavaliere (1926-1998) ingresó a la órbita de la galería con obras de inspiración vegetal; Rodolfo Aricò (1930-2002) con sus pinturas-objeto que trasforman superficies de color en esculturas relacionadas con el ambiente circunstante; y Giuseppe Uncini (1929-2008) con sus esculturas concebidas como construcciones arquitectónicas. Otro artista interesante auspiciado por Marconi fue Giuseppe Spagnulo (1936-2016), cuyas esculturas horizontales estaban pensadas a modo de instalaciones.
En los setenta, se estableció en Milán el artista peruano Jorge Eduardo Eielson (1924-2006), quien participó en la Bienal de Venecia en cuatro ocasiones (1964, 1966, 1972 y 1988). En 1976, los hermanos Alessandro (1946-) y Adriana Guerriero fundaron el Studio Alchymia, grupo de vanguardia post-radical que aglutinó a importantes diseñadores. Dos años después, la Casa degli Artisti, espacio creado en 1909, fue relanzado con el apoyo del escultor Luciano Fabro (1936-2007) y del performer japonés Hidetoshi Nagasawa (1940-2018). Pronto se convirtió en una incubadora de proyectos artísticos y de conservación del patrimonio de la ciudad como ocurrió, en 1994, cuando sus miembros exigieron la restauración de la obra I bagni misteriosi (1973) de Giorgio de Chirico (1888-1978). Por su parte, el arte pobre estuvo representado por el escultor Mario Merz (1925-2003). Finalmente, como reacción al arte conceptual y pobre de la neovanguardia, apareció la posmoderna transvanguardia. Uno de sus integrantes, el pintor y escultor Enzo Cucchi (1949-), presentó una individual en Milán en 1977.
A inicios de los ochenta, se formaron dos de los colectivos artísticos más importantes de la historia de Milán: Memphis (1981) y Studio Azzurro (1982). El primero, dirigido por Ettore Sottsass (1917-2007) y Michele De Lucchi (1951-), introdujo el kitsch minimalista en el diseño italiano. El segundo, integrado por Fabio Cirifino (1949-), Paolo Rosa (1949-2013) y Leonardo Sangiorgi (1949-), puso en relación arte y nuevas tecnologías. Célebre fue su instalación Il Nuotatore (1984), presentada en la Bienal de Venecia. Mención aparte merece la arquitecta y diseñadora industrial Gaetana Aulenti (1927-2012), formada en el Politécnico de Milán (como tantos otros artistas del siglo XX) y reconocida por la renovación de diversos museos alrededor del mundo. Y ya que hablamos de designers, se podría hacer un artículo aparte dedicado exclusivamente a las obras de Ponti, Munari, Sottsass, Piero Fornasetti (1913-1988), Achille Castiglione (1918-2020), Vico Magistretti (1920-2006), Alberto Roselli (1921-1976), Cini Boeri (1924-2020), Alessandro Mendini (1931-2019), Andrea Branzi (1938-2023), Franco Raggi (1945-), Antonio Citterio (1950-), que han hecho de Milán no solo la capital de la moda*, sino del diseño italiano.
* La moda en Milán tiene una larga historia como lo demuestran la actividad pionera de Rosa Genoni (1867-1954), Ermenegildo Zegna (1892-1966), Jole Veneziani (1901-1989), Germana Marucelli (1905-1983) y Elvira Leonardi (1906-1999). El impulso definitivo se debió a la institución de la Fashion Week en 1958 con el auge de la moda prêt-à-porter. Pero la explosión llegó solo en la década de los setenta, cuando los desfiles se convirtieron en grandes eventos comunicativos, gracias a las colecciones de Ottavio (1921-2013) y Rosita Missoni (1931-2025), Mariuccia Mandelli (1925-2015), Giorgio Armani (1934-), Elio Fiorucci (1935-2015), Walter Albini (1941-1983), Nicola Trussardi (1942-1999), Gianfranco Ferré (1944-2007), Gianni Versace (1946-1997), Miuccia Prada (1949-), Franco Moschino (1950-1994), Alberta Ferretti (1950-), Domenico Dolce (1958-) y Stefano Gabbana (1962-).