El Trípode de Helena es un blog personal. En la parte superior de la columna izquierda, verán mi retrato y debajo una breve biodata. A continuación, están organizadas las entradas según los temas recurrentes y según la fecha en la que fueron publicadas. Si a alguno de ustedes le intriga el título del blog, de click aquí. Si están interesados en descubrir más acerca de la imagén del encabezado, entren aquí.

miércoles, 24 de marzo de 2021

¿Por qué ser de izquierda hoy?



I


Quiero comenzar planteando una pregunta: ¿a qué llamamos izquierda hoy? 


A pesar de no tener una respuesta definitiva, me inclino a asociar este concepto con el de emancipación. Emancipación de lxs trabajadorxs de la explotación capitalista, emancipación de las mujeres y de lxs consideradxs "disidentes sexuales" del patriarcado, emancipación de los pueblos colonizados y racializados de los colonizadores y racistas, emancipación de los cuerpos deshabilitados por el capacitismo, etc. 


Para mí, pensar, organizarse y actuar para lograr esos objetivos es ser de izquierda (y no solo el estatismo o el proteccionismo económico, porque también los hay de derecha). Esto significa creer que se puede transformar radicalmente el mundo, es decir, que es posible hacer realidad una utopía. Por eso, otro concepto clave es el de revolución


Con esto no estoy planteando tomar las armas e iniciar una guerra al estilo jacobino. No. De lo que se trata, en cambio, es de disputar la hegemonía en diversos planos, pero en particular en el discursivo, porque articula la ciencia, la política, la economía, la cultura, la sexualidad y todas las demás esferas en las que ha sido segmentada, por el hombre blanco y occidental, la totalidad no suturada de lo colectivo.



Ahora bien, ¿existe una única forma de hacerlo? Mi respuesta es de nuevo no. Por eso, en lugar de hablar de la Izquierda, prefiero hablar de las izquierdas, plurales y contradictorias muchas veces entre sí, pero guiadas por la materialización de un horizonte (imposible para el sentido común hegemónico) en el cual la dominación de una clase, un sexo, un cuerpo específico, un país o, incluso, una especie sobre otrx haya sido abolida. 


II


Llegado a este punto, alguien podría preguntarme: ¿para lograr lo que propones, cualquier camino es válido?


Descartada la violencia, todo haría suponer que buscar la expansión global de las conquistas del liberalismo democrático es la ruta más viable. Pero esto no es del todo cierto y, además, encierra grandes peligros para las izquierdas en su conjunto. Nuestra revolución no puede contentarse con los ideales democráticos (como afirma el posmarxismo), sino trascenderlos a través de una revolución permanente de lo colectivo. Me gustaría ilustrar el peligro al que me he referido antes con un ejemplo.


Guardo un gran aprecio por el socialismo libertario, el cual nos ha entregado conceptos (la propiedad privada como robo) y tácticas de lucha (la huelga general) cuya validez y efectividad no han caducado. También, debo reconocer su gran papel en la organización sindical hace más de un siglo y en la solidaridad de clase de carácter internacional (no en vano, muchos anarquistas fueron geógrafos y notaron la arbitrariedad de las fronteras de los Estados-nación frente a la continuidad geográfica, lingüística y cultural de los territorios). Pero eso no impide que discrepe con sus simpatizantes respecto a su concepción de la lucha por la emancipación. 


La razón principal de mi desacuerdo es que noto un enquistamiento del liberalismo burgués en el seno del anarquismo. El pensamiento dicotómico y jerárquico que nos obliga a sacrificar la igualdad por la libertad, lo colectivo por lo individual, tara de una subjetividad cartesiana que se consolidó con la Ilustración y que nos gobierna sin que nos demos cuenta, es la piedra angular tanto de los socialismos libertarios (de izquierda) como de los libertarianismos (de derecha), motivo por el cual han terminado resultando, para fines prácticos, casi indistinguibles.


En ese sentido también, ni la propaganda por el hecho (o el terrorismo) ni el nihilismo (o el cinismo posmoderno) son alternativas fructíferas para encauzar el enfrentamiento contra las relaciones de opresión que rigen la vida actual, porque siguen atravesados por la agresividad jacobina o el (neo)liberalismo burgués. 


III


¿Y, entonces, por dónde debemos empezar?


Tentativamente, es decir, probándolo todo. No debemos descartar ni la articulación de clase, de partido, de bloque histórico que nos ha legado la tradición de izquierda. Pero tampoco nos podemos encerrar en ellas hasta convertir alguna en la única elegida para encabezar la revolución (ni debemos caer en la tentación de su conducción por una vanguardia iluminada). 


El terreno discursivo de la disputa por la hegemonía requiere creación heroica, no copia o calco de experiencia pasadas o extranjeras. Por eso, lo primero que hay que hacer es estudiar al Perú (y al Sur global). La crisis por la que atraviesa lo colectivo en nuestro país no es coyuntural, sino estructural. 


Cuando nos referimos a algo coyuntural estamos hablando de un hecho esporádico, aislado y que implica la búsqueda de soluciones a corto o mediano plazo, urgentes (alta intensidad) y sectoriales (baja extensión). Por ejemplo, el desgaste de la democracia en el Perú, leído de esa manera, ha motivado movimientos como el ya crepuscular antifujimorismo, que asume que el desprestigio de la política ante la sociedad civil o la informalidad de nuestros partidos solo es responsabilidad de un expresidente y que los esfuerzos deben concentrarse en eliminarlo a él y a su dinastía de la arena electoral. Ese es un error. 


En cambio, cuando hablamos de algo estructural, nos referimos a un conjunto de elementos y al tipo de relaciones que establecen entre sí, y que nos permiten interpretar la realidad. Existe un sinnúmero de relaciones posibles entre los elementos de una estructura. En su mayor complejidad yace su riqueza. Lo significativo es que nos sirven para estabilizar en el pensamiento un grupo de relaciones, de posiciones; en otras palabras, que tienen como objetivo construir una totalidad


Quisiera que no se me malinterprete. Cuando hablo de totalidad, no me refiero a completitud, por lo que esos modelos son siempre aproximaciones parciales de la realidad (entendida está última como un campo más amplio de sobredeterminaciones discursivas, un mundo, y no como un referente con una existencia ya dada) y deben estar sujetos a crítica y continua modificación. Tampoco estoy retomando la vieja dicotomía infraestructura (base material)/superestructura (vida social) del marxismo "clásico", porque desde mi punto de vista no existe más que un único plano: un continuo entre cultura y naturaleza. 


Creo que es responsabilidad de toda organización política la elaboración colectiva, a través del diálogo y la negociación, de estructuras comunes con las cuales poder explicar y transformar un estado de cosas. Y sostengo que serán esas estructuras por advenir las que podrán permitirnos encontrar consensos en medio de la multiplicidad de posiciones del amplio espectro de las izquierdas en el Perú.


IV


Esta serie de planteamientos me conducen a una última interrogante: ¿qué significante puede ayudarnos a dar un diagnóstico de los problemas del país? 


Una vez más, con ello no me estoy refiriendo a una verdad última que responda de manera definitiva a la pregunta de "en qué momento se jodió el Perú", sino a una posibilidad de lectura-acción que genere comunidad y sostenga a la mayor cantidad de proyectos políticos de izquierda para caminar juntos sobre una base mínima y que evite los errores cometidos por quienes nos antecedieron en la lucha por la emancipación. 


Aunque comparto con entusiasmo muchas de las ideas de los partidos institucionalizados de izquierda (siempre precarios en nuestro país), que han hecho énfasis en problemas como la expansión imperialista de las economías del Norte, la depredación ambiental y el colonialismo cultural; salvo alguna excepción, no han incluído entre sus planteamientos un factor que creo indispensable para explicar cómo se enlazan los tres anteriores: el patriarcado


Después de todo, el sujeto articulado por vencer es siempre un hombre blanco, heterosexual, adulto, de clase media, normodotado y eurocentrado que participa en relaciones de dominación y, luego, de explotación con los grupos que ha desplazado históricamente hacia la marginalidad: mujeres, discapacitadxs, ancianxs, negrxs, indígenas, transexuales, animales, plantas, etc. Desde mi perspectiva, cualquier lectura revolucionaria (cuya base sea más la sororidad que la fraternidad) que se haga del país no puede ignorar que el patriarcado es un elemento estructural de lo colectivo en la época contemporánea.


Esto nos debe llevar a una autocrítica. Creo que los grupos de izquierda se han caracterizado por trabajar exclusivamente en dos dimensiones del saber: el saber-pensar y el saber-hacer. En lo que respecta al primero, el saber-pensar, han logrado un nivel muy alto de producción intelectual y puedo afirmar que, junto con los think tanks de los liberales, lxs militantes de las izquierdas son lxs que más sostenidamente han reflexionado sobre el Perú. Respecto al segundo tipo de saber, el saber-hacer, tengo la impresión de que nuestra performance no ha sido la mejor. Obtenido el poder, hemos quedado golpeadxs por los casos de corrupción de las gestiones del Partido Nacionalista y de Fuerza Social (aunque esta última sostuvo una serie de experiencias valiosas de las cuales aún podemos aprender). 


Pero hay dos saberes más, el saber-ser y el saber-convivir, que han quedado rezagados como prioridad. La causa es que la distinción liberal entre lo público y lo privado, que hemos empezado a sentir artificial gracias a los feminismos, se ha replicado en otra distinción: la de lo ético como individual y lo político como colectivo. Ese es otro error.


No hay política sin ética y no hay ética sin política (entender esto a cabalidad puede llevar a que cada unx necesite pasar por un largo proceso de reeducación).



Asimismo, no hay dimensión individual sin la grupal y no hay dimensión grupal sin individuos. Mantener esta visión dialéctica es vital para el diseño estratégico de los movimientos de izquierda. Lo micropolítico (las palabras, los gestos, el modo de relacionarnos) lejos de separarnos, debe permitirnos formar lazo y, para ello, es urgente establecer, otra vez mediante el intercambio de ideas, pero también a través del enfrentamiento frontal a quienes nos niegan una vida digna, normas que nos permitan convivir y actuar democrática y horizontalmente (que la revolución burguesa sea insuficiente no significa que debemos desechar algunas de sus conquistas, lo que al mismo tiempo nos debería llevar a reconocer que gobiernos como el de China, Cuba y Venezuela han devenido en autoritarios), sin caer en los modelos dictatoriales ni en la intolerancia al disenso que ha caracterizado al "socialismo real" del siglo XX. 


Solo si lo logramos, podremos mantenernos unidxs y enfrentarnos al eterno retorno de los conservadurismos, los modelos totalitarios y la barbarie capitalista. 


Bologna, marzo de 2021




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