viernes, 20 de junio de 2014

Los hombres libres

Richard Mansfield como Ricardo III (1889)

Tu nacimiento fue para mí una pesada carga;
tu infancia, tornadiza y descarriada;
tus días de escuela me infundieron miedo:
desesperados, salvajes y furiosos;
tu juventud fue atrevida, insolente y aventurera;
tu madurez arrogante, insidiosa, torva y sangrienta,
más suave pero más dañina –bondadoso en el odio–.

(Parlamento de la Duquesa de York, madre de Ricardo)


Alonso Alegría dice en el Prólogo de su traducción de la obra de Shakespeare de 1592: «La muerte de Ricardo es una de las más merecidas –y por ello más satisfactorias– que podamos presenciar sobre el escenario. El gran hablador, el convencedor a ultranza, muere sin decir palabra. ¿Qué mayor justicia poética podríamos pedir?». 

Esta tragedia ha desplazado a Esperando a Godot de Beckett como mi obra de teatro favorita. Y es que –parafraseando al protagonista– es primavera, los pájaros cantan, los jóvenes aman, los reyes reinan, los humildes sufren y los hombres libres, como yo, hacemos el mal.

P.D.: "No creo que seas feo, no sé si eres católico, mas si te percibo sentimental Páladin" (Rosita).

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