Ventura García Calderón construye un narrador
autodiegético, lo que le permite ofrecer una perspectiva interna de la
historia. Estamos ante un narrador fidedigno,
que se ajusta a la visión que pretende establecer el autor implícito del texto.
La objetividad, sin embargo, se plantea desde una omniscencia selectiva del narrador, dado que el
protagonista/bachiller, funciona como único reflector,
en la terminología de H. James, de la historia. Por otro lado, en el caso de la
frecuencia, nos encontramos ante una narración singulativa, en la que los
hechos de la historia son contados una sola vez en el relato. La distancia entre el narrador y los hechos
hace que el relato tengo el tono de un largo recuerdo, eso sí, exento de
anacronías internas,y rememorado por su capacidad cognitiva práctica: «aprendí
que es imprudente algunas veces afrentar con un lindo látigo la resignación de
los vencidos».
La intencionalidad del cuento parte, como señala J. Valenzuela, de la
construcción del sujeto exótico/indio,
en base a la imposibilidad de aprehenderlo como objeto de captación sensible o
cognoscible, lo cual se manifiesta en las frases que repite el narrador:
Nunca he sabido despertar a un indio
a puntapiés.
…
Nunca he sabido si nos miran bajo el
castigo con ira o con acatamiento.
La voz del otro no penetra en el tejido narrativo del cuento, por lo que
el texto mantiene un monologismo que en el plano del contenido se manifiesta en
el silenciamiento de la voz del otro:
Servicial y humilde, como siempre, mi
compañero se detenía con demasiada frecuencia en la puerta de cada choza del
camino, como pidiendo noticias en su dulce lengua quechua.
La disforia del protagonista no se produce ante la crueldad del destino
esclavizado del indio, sino ante la ferocidad del paisaje: «Sin querer
confesarlo, yo comenzaba a estar impresionado». El procedimiento de la especialización del paisaje mediante la
descripción de adjetivación insólita modernista lo enfrenta a la figura
amenazante del cóndor:
Ya los cóndores familiares de los
altos picachos pasaban tan cerca de mí, que el aire desplazado por las alas me
quemaba el rostro y vi sus ojos iracundos.
Punto culminante, por metonimia irrumpe la voz del indio en estilo directo, quien con su
desaparición/reaparición enmarca la muerte del explotador.
-Tú esperando, taita –murmuró de pronto el guía y se alejó en un santiamén.
…
-Tú viendo, taita, al capitán.
La explicación no incriminatorias, sin embargo, no la da el indio, sino
que aparece en estilo indirecto libre,
mediante la afectividad expresiva de determinadas expresiones:
… como yo quisiera saber muchas cosas
a la vez, me explicó en su media lengua que a veces, taita, los insolentes cóndores rozan con el ala el hombro del
viajero en un precipicio. Se pierde el equilibrio y se rueda al abismo.
Lo que permite aventurar que parte de la subjetividad del
narrador/protagonista ha sido contaminada por la interferencia de la lógica del
indio; como manifiesta la conjetura final del mismo: «Tal vez entre ellos y los
cóndores existe un pacto obscuro para vengarse de los intrusos que somos
nosotros». Un atisbo de heterofonía
sin desarrollo posterior en los demás cuentos del libro.
El forastero
José María Arguedas en cambio, apuesta por un narrador heterodiegético, que brinda una perspectiva externa de los
hechos narrados. Y aunque el narrador también es fidedigno, parte de su visión
no parece coincidir de manera tan orgánica ni con el autor implícito, ni con el
protagonista. Al contrario del caso anterior, se el narrador está elaborado
desde una omniscencia multiselectiva,
centrada en el protagonista/forastero y hacia el final del cuento, en María. Por
otro lado, en el caso de la frecuencia,
nos encontramos ante una narración reiterativa
en el plano de las composiciones poéticas que giran en torno al eje
temático del nido del cóndor,
El forastero iba repitiendo mentalmente
la letra de un canto de su pueblo:
Solitario cóndor de los abismos,
helado cóndor negro;
me dijeron que yo nací en tu nido
triste
sobre la aguja de roca que nace
de la gran nieve, triste.
y una narración iterativa en
el plano de la causalidad lógica de los hechos manifiesta en la fragmentación
del relato en pequeños episodios. La distancia entre el narrador y los hechos
es más profunda en este caso, porque al no pertenecer al universo
intradiegético de los personajes, se pierde el efecto autobiográfico del cuento
anterior. El texto presente anacronías, sobre todo analepsis, pero presentadas desde la voz del protagonista, lo que
lo convierte en un paranarrador
escueto, y revela un nivel más profundo -hipodiegético-
de la acción, ubicado más allá del presente:
-Eres bella –le dijo él.
-Pero sucia.
-Del rostro, un poco de tus cabellos.
Así son ellas, las indias de mi pueblo.
-¿Qué es eso, y qué es el cóndor?
-India es una hembra que sufre, las
que me criaron; cóndor es un animal negro, de alas grandes, que sufre más.
…
-No eres mexicano, no eres cubano,
menos gringo que no habla. Creo no eres nadie.
-Al revés. Ahora estoy bailando. Soy
alguien. Todos los cóndores son helados y grandes. Aquí se ahogarían.
A diferencia del cuento anterior, la figura simbólica del cóndor se
manifiesta como presencia eufórica, que conecta metafóricamente las figuras de
la mujer y del ave..
Él percibió, por primera vez, que la
parte irregular de su boca no le permitía pronunciar las palabras con toda
claridad.
“Felizmente no concluye, no
perfecciona la voz humana”.
La incapacidad de articular la voz, es lo que los une; y no la
contigüidad espacial. Por eso, en el emparejamiento metafórico que se produce,
sus escenarios, vinculados por la desesperanza de la muerte, son equiparados: «El forastero tuvo que despedirse de ella. El
inmenso hospital era peor que todo nido helado de cóndor donde si alguien nace marchará
triste sin remedio hasta la muerte». El nido, hospital del cóndor que es la
mujer, es resemantizado no como lugar para la vida, sino como lugar para la
muerte. Intencionalidad de un autor implícito en el que las huellas del
pensamiento existencialista, y el quiebre en la fe en el progreso, propios de
la postguerra resultan evidentes.