El Trípode de Helena es un blog personal. En la parte superior de la columna izquierda, verán mi retrato y debajo una breve biodata. A continuación, están organizadas las entradas según los temas recurrentes y según la fecha en la que fueron publicadas. Si a alguno de ustedes le intriga el título del blog, de click aquí. Si están interesados en descubrir más acerca de la imagén del encabezado, entren aquí.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Algunas consideraciones sobre los (propios) sueños



El sueño es el guardia del dormir, no su perturbador.

Freud

¿Dónde hallar la oscura huella de la antigua culpa?

Sófocles

Sigmund Freud, en su célebre tratado sobre los sueños (1900), hace un repaso, bastante desordenado, de la bibliografía disponible acerca de este tema y esclarece tres de sus principales aspectos. En primer lugar, descarta dos ideas radicalmente opuestas que circulaban, desde la antigüedad, respecto a la función del sueño: su valor profético, relacionado con la divinidad; y su no-finalidad, es decir, su accidentalidad pura. El sueño no es ni lo uno ni lo otro para Freud. No nos revela el futuro ni tampoco es un simple accidente somático. En todo caso, se relaciona con el pasado y está emparentado con la memoria y el recuerdo. En segundo lugar, restringe las fuentes del sueño, ubicadas en el pasado del durmiente, a dos tipos de experiencias. Son, por lo general, impresiones recientes, inadvertidas o insignificantes, que encubren, en la mayoría de los casos, vivencias de nuestra infancia. Es decir, son vivencias no reflexionadas y, por lo tanto, conservadas en estado primitivo en nuestra memoria. Además, su carácter es plenamente egoísta. Por último, aclara que dichas imágenes manifiestas ocultan un contenido latente problemático, el cual ha ocupado parte de nuestras actividades psíquicas de la vigilia y cuya ponderación continúa durante el sueño, y cumple la ley de la desfiguración onírica con el objetivo de evadir la censura del propio durmiente.

[Agregado posterior. 1. Existen cuatro mecanismos por los que opera el sueño: la condensación, el desplazamiento, el miramiento por figurabilidad y la elaboración secundaria. 2. Los efectos de la represión no solo se restringen a la desfiguración del contenido del suelo; además, incluyen la sofocación de los afectos que despiertan en el durmiente sus propios pensamientos oníricos]. 

Pues bien, hace unos días tuve un sueño cuyo contenido me dejo hondamente impresionado. Antes de describirlo debo aclarar dos cosas. Por un lado, yo no suelo recordar mis sueños, por eso me resulta extraño que haya podido guardar tantas imágenes de este último. Por el otro, me reservaré a describir y comentar aquellos fragmentos que consideré relevantes, mientras que mantendré en privado aquellos que no.

Sueño del lunes 9 de noviembre

Me encontraba echado boca abajo en mi cama. Había dormido con el rostro volteado hacia la derecha donde se encontraba la pared. De pronto, oí ruido hacia izquierda, donde se encontraba la puerta de mi cuarto. Alguien caminaba de un lado para el otro. Imágenes confusas de piernas se sucedían sin concierto en mi mente. Entonces, quise voltear el rostro, pero me di cuenta que no podía. Mi cuello estaba duro. Abrí mis ojos y me percaté que mi párpado izquierdo no respondía. Estaba muerto. Cuando intenté apoyarme en el brazo izquierdo para girar, tampoco pude. Estaba paralizado en toda esa área de mi cuerpo como un hemipléjico. Desesperado, me empecé a ahogar. Cuando logré darme la vuelta, desperté.

Antecedentes

La tarde anterior había estado conversando con una persona muy querida para mí acerca de la exclusividad de mi aprecio hacia ella. También, le había brindado razones para que confiará en la sinceridad de aquel afecto. Fueron momentos de tranquilidad y grata compañía. Cuando llegó la noche, dormí boca abajo. Ahora recuerdo que el día anterior, el sábado, había ido al circo. Digo esto porque fui con esta misma persona y vi muchos cuerpos fragmentados debido a las acrobacias circenses. Así, los gimnastas disfrazados de zíngaros eran puros brazos; o las equilibristas, piernas. Retomó el punto en el que me quedé. Esa noche, dormí boca abajo, como en la posición del sueño, mirando hacia la pared del mismo lado.

Interpretación

Es, por gran parte de la gente que me conoce, sabido que la movilidad de mi lado izquierdo es mayor que la del derecho. Aunque no naturalmente, soy zurdo y he aprendido a convivir con ello de manera óptima. Sin embargo, existe en mí una inclinación hacia la racionalidad y el pragmatismo ético que bien puede ser un reflejo de mi real naturaleza diestra. En fin, sea como fuere, el punto es que esas cualidades han sido influenciadas por un repliegue reflexivo y diletante, acentuado en los últimos diez años. Esto coincide con el inicio de mi vida social. (Debo confesar que antes de esa edad yo era un adolescente bastante mustio y retraído). Es decir, con el desequilibrio en el uso de ambos lados de mi cuerpo. Menciono esto porque el sueño contrapone dos estados: el estatismo y la movilidad. Mi yo petrificado es la imagen radicalmente contraria a los cuerpos elásticos y armónicos de los artistas circenses. Dicho esto, procedo a esclarecer algunos puntos rápidamente. En mi temprana juventud pasé por una fase expansiva que me llevo a conocer a muchas personas de variada índole y, luego, a renunciar a su trato por considerarlas demasiado alejadas de mí. Me encerré en la piedad y los libros con ardor durante un par de años. Terminado ese interregno, volvió a gobernarme un ansía desmesurada por la vida mundana que me encontró muy bien preparado. Si antes era soberbio y arisco, ahora era ingenioso y divertido. Esto me granjeó nuevas amistades y algunos encuentros galantes. Sin embargo, siento, otra vez en mí, la inmovilidad de espíritu, la ataraxia social que me había embargado durante esos años oscuros de confesionario y estudio. Pero las razones son otras. Ya no es un movimiento libre de mi personalidad, sino un deber autoimpuesto. Una forma de enclaustramiento que está relacionada con esa exclusividad de mis sentimientos de la que hablé unas líneas más arriba. Y, a pesar de que no me siento incómodo o acorralado, hay algo de disconformidad en una parte de mi personalidad, la cual se resiste y confiesa su resistencia a través de la existencia onírica que comparte conmigo. Por eso, el grado de desfiguración del sueño es casi nulo, lo que permite que emerja su efecto angustiante (Freud propone una relación inversa entre ambos factores).

A esto puedo agregar, como lo noté en las charlas que mantuve en los días siguientes con otras personas, una especie de insatisfacción religiosa y laboral que ha empezado a cernirse sobre mí y que no deja de preocuparme. Noto que me es cada vez más difícil justificar las cosas en las que creo, las que siento y las que hago, y entiendo que una misma raíz puede conectar estos tres procesos. Tal vez, se trata de esa anticipada sensación del duelo, que algunas personas tienen cuando intuyen que va a morir alguien cercano y amado. Una angustia personal por saber qué sucederá cuando una de las tantas vidas de esa subjetividad en la que me reconozco, muera y dejé paso a otra, desconocida y nueva, y con nuevos sueños.